viernes, 4 de diciembre de 2015

Poema de un agnóstico

El porvenir es tan irrevocable
como el rígido ayer. No hay una cosa
que no sea una letra silenciosa
de la eterna escritura indescifrable
cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja
de su casa ya ha vuelto. Nuestra vida
es la senda futura y recorrida.
Nada nos dice adiós. Nada nos deja.
No te rindas. La ergástula es oscura,
la firme trama es de incesante hierro,
pero en algún recodo de tu encierro
puede haber un descuido, una hendidura.
El camino es fatal como la flecha
pero en las grietas está Dios, que acecha.

(Jorge Luis Borges, Para una versión del I Ching, del libro de poemas La moneda de hierro)

jueves, 5 de noviembre de 2015

Silencios cómodos

De Mia Wallace a Vincent Vega (Pulp Fiction):

—¿No odias eso?
—¿No odio qué?
—Los silencios incómodos. ¿Por qué tenemos que hablar de idioteces para sentirnos cómodos?
—No sé. Es una buena pregunta.
—Así es como sabes que encontraste a alguien realmente especial: cuando te puedes callar un puto minuto y estar cómodo en silencio.
—A nosotros nos falta para eso. Acabamos de conocernos.
—¿Sabes qué? Voy a ir al baño a polvorearme la nariz, tú siéntate aquí y piensa en algo para decir.
—Eso haré.

sábado, 10 de octubre de 2015

Encuentros impecables

Cuando no estaba sentado en estos cafés, durante las noches de aquel verano, también yo recorría las calles, observando más detalladamente cómo se emplean los hombres entre sí para su placer. Frecuenté otros lugares públicos de esta concupiscencia pasajera, y aprendí a reconocer a los más ocultos homosexuales que se citaban en los urinarios y en las últimas filas de butacas de los cines. No puedo imaginar una forma mejor de entendimiento sin palabras que estos impecables encuentros. No cruzaban ni una sola palabra, sino que alguna misteriosa atracción química los impulsaba a reunirse para estrecharse unos a otros en lugares públicos —nunca parecían cometer una equivocación—, y actuaban con tal prontitud como si cada hombre trabajara individualmente en soledad, mientras el otro parecía asistir invisible.
En cierta ocasión presencié una de esas escenas, ya iniciada, entre algunos hombres reunidos en ese urinario. Reinaba un perfecto silencio. Un árabe de buena estatura, con un inadecuado traje azul, estaba masturbando al que fingía mear junto a él, este otro a su vecino, y así toda una fila de hombres, y ninguno de ellos parecía en modo alguno afeminado, todos actuaban como respondiendo a una señal acordada. Era como un sueño en que lo extraño se había hecho fácil, y lo deseado, simplemente necesario. Y después, con igual velocidad, la fila se deshizo, los bailarines abandonaron su ritmo; se había terminado, y los hombres empezaron a desfilar, ajustándose los pantalones.

Lo escribió en 1963 una mujer: Susan Sontag, en su novela El Benefactor.

sábado, 3 de octubre de 2015

Soltar

Soltar es un verbo que está de moda. Soltar es clave en esta epidemia de ansiedad que vivimos. Soltar: ¿no hay onda? Bolsito, y a la casa. Y chau picho. Hay miles allá afuera. Soltar: ¿estás con gripe? Hacé reposo, cuidate y vas a estar bien. Punto. No hace falta darle más vueltas al asunto. Soltar: ¿tendré HIV? Hacete el análisis y sacate la duda. ¿Para qué estar como Felipe de Mafalda, procrastinando y sufriendo como un boludo? Ocuparse en vez de preocuparse, decía mi abuela. Soltar: ¿les habrá gustado mi laburo o no? Ya fue, me enrosco mañana, ahora estoy en casa, pongo una película o me voy a garchar. Soltar: ¿esta comida tendrá muchas calorías? Soltá ya, por el amor de dios. Soltar, papito. Soltar lágrimas, soltar risas, soltar problemas, soltar la rosca. Sol-tar. ¿Tan difícil es?

domingo, 30 de agosto de 2015

El encanto de la demencia

«El verdadero encanto de las personas es ese lado en que se hacen un lío, un poco cuando no saben por dónde andan. No significa que se vienen abajo. Por el contrario, son gente que no se viene abajo. Si no pillas la pequeña raíz o el granito de locura de alguien, no puedes quererle. Es ese momento en que está por completo en otro sitio. Todos somos un poco dementes. Si no pillas el puntito de demencia de alguien, entonces tengo miedo o, por el contrario, me alegro de que el punto de demencia de alguien sea la fuente de su encanto», dice serenamente, sonriendo, casi carcajeando, con una mirada pícara, recostado sobre su sillón el filósofo francés Gilles Deleuze.

viernes, 28 de agosto de 2015

El predictivo del celular, nuestro inconsciente digital

El texto predictivo del celular es nuestro inconsciente digital. Si lo tenés activado, escribís una palabra y te la cambia por otra con un sentido irónico casi de inteligencia artificial. Hice una lista de las veces en que esta función del teléfono me hizo meter la pata, me indignó o me sacó una sonrisa.

—Con el predictivo del celular querés tomar un «vino tinto» pero podés terminar pidiendo un «vino tonto».
—Te cambia «fiaca» por «física», «macrista» por «machista», «Pichetto» por «puchero» y «porrito por perrito».
—Si no te das cuenta del cambio de palabra a tiempo, te puede hacer quedar mal cuando te estás chamuyando a alguien: «¿Vivís en San Termo?».
—A veces se hace el pícaro: una día escribí «risotto» y lo cambió a «risotadas».
—Otras veces demuestra que me conoce: puse «milanesa» y lo cambió a «milagrosa». Y de verdad tenía un hambre tremendo.
—Lo odio cuando me cambia «boludo» por «bólido».
—También es indignante cuando escribo «jaja» y lo cambia por «baja».
—Pero lo peor es cuando escribo «gay» y lo cambia por «hay». ¡Parece el papa Francisco!
—Escribo «puta» y me pone «punta», como diciéndome «qué boquita, ¿eh?».
—Insisto con «puta» y me pone «pura». ¡Ave María!
—Tampoco me lo banco cuando en vez de «supongo» me equivoco y escribo «supingo», y no lo corrige, se cruza de brazos, lo deja así nomás.
—Pongo «Lilita», por Carrió, y me lo cambia a «limita». Y me guiña un ojo.
—Escribo «Hotton», por Cynthia, y me lo cambia a «Horror». La debe conocer.
—Pongo «Ninci», por Mercedes, y me lo cambia a «Nunca». También la conoce, seguramente.
—Escribo Los Leuco y el predictivo me pone Los Leucocitos, células que intervienen contra sustancias extrañas o agentes infecciosos. ¡Yo sabía! ¡Sabía que Los Leuco en el fondo eran buenos!
—Escribo «short» y me pone «ahora», como deseando conmigo que venga rápido el verano.
—Pongo «Moria Casán» y me lo cambia a «Moría Casándose». And isn't it ironic... don't you think?

martes, 25 de agosto de 2015

La pintura de la historia

«Hay un cuadro de Paul Klee llamado Angelus Novus. En ese cuadro se representa a un ángel que parece a punto de alejarse de algo a lo que mira fijamente. Los ojos se le ven desorbitados, tiene la boca abierta y además las alas desplegadas. Pues este aspecto deberá tener el ángel de la historia. Él ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde ante nosotros aparece una cadena de datos, él ve una única catástrofe que amontona incansablemente ruina tras ruina y se las va arrojando los pies. Bien le gustaría detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destrozado. Pero, soplando desde el Paraíso, una tempestad se enreda en sus alas, y es tan fuerte que el ángel no puede cerrarlas. Esta tempestad lo empuja incontenible hace el futuro, al cual vuelve la espalda mientras el cúmulo de ruinas ante él va creciendo hasta el cielo. Lo que llamamos progreso es justamente esta tempestad».

(Walter Benjamin, sobre el concepto de la historia)

martes, 18 de agosto de 2015

A vos, que te ataca el pánico

Si hay algo que no le desearía ni al peor de mis enemigos, ni a la persona más malvada con que me cruce, es que sufra ataques de pánico.
Se te hiela la nuca, como si te apoyaran una barra de hielo, pero sentís la cabeza caliente; tiritás; sentís que perdés el control de lo que pensás; que te aparecen pensamientos buenos y malos de golpe, muy seguido, como si se te abrieran varias ventanas de Windows y no podés frenarlo; que nada tiene sentido en la vida; que te morís; no sabés si pararte, caminar, sentarte, acostarte, boca arriba, boca abajo, de costado; te falta el aire, respirás hondo y más hondo; el corazón se te estruja como un trapo de piso, se endurece, como queriendo salirse del pecho; no sabés si tomar azúcar o sal; creés que hay que beber mucha agua, y te bajás un litro; te sentís con la panza llena; entonces, otra vez sentís que te falta el aire, y aún más; querés ir al baño o salir del lugar donde estás e ir a la calle a respirar más hondo, y que pase, pero no pasa. ¡Y es una espiral que crece y crece y crece y crece, y no la podés detener...! Pero, ¿sabés qué? Al final se termina, se pasa, se va. Siempre.
Es una pesadilla estando despierto. Y como toda pesadilla, se termina. Y todo vuelve a tener sentido. Vuelve la claridad. Vuelve la calma. Y podés volver a trabajar, comer, pasear, ver una película, leer un libro, sonreír, subirte al colectivo o al subte, charlar con otra persona, amar, tener sexo, jugar a las cartas, correr en el parque, bañarte con agua caliente, cocinar, viajar en avión. Todo se puede volver a hacer. Lo juro. Y nadie te va a considerar un loco. Y nadie te va a dejar de querer.
El pánico puede volver a atacarte. Sólo hay que aprender a impedir un nuevo golpe; a desasociar los momentos, los lugares, las situaciones, las comidas, los olores, los objetos que están conectados psíquicamente con el ataque de pánico, que han dejado una huella en la mente, y tratar de reconciliarse con ellos.
A veces no llega a ser tan grande el ataque. Es un paniquito, diríamos, una aflicción que dura poco y se va. Controlar la situación, la manera de hacerlo, es algo muy personal, que quizás lleve tiempo. Sabiendo que es una situación que ocurre y termina, hay que calmarse y buscar el mejor camino. Cada uno sabrá de qué manera: hablar con amigos, hacer terapia, hacer yoga, meditar, caminar escuchando canciones que nos traigan buenos recuerdos, hacer pasear el perro, ver una serie, comer un chocolate, pintar, cocinar, ponerse a escribir o simplemente no hacer nada. Es descubrir qué nos da miedo, enfrentarlo aunque duela, aunque angustie, aunque nos dé miedo a tener miedo —porque existe el miedo al miedo—, y tratar de evitarlo luego, alejarse de eso que nos atormenta y causa pánico, que es como una fobia pero en este caso encubierta, que actúa de golpe, sorprendiéndonos, poniéndonos en un abismo, que es irreal. Porque todo está en la cabeza. Nada fuera de ella.
No vengo a escribir esto para solamente describir un ataque de pánico, sino para decirte que lo sufrís no solamente vos, sino muchísimos más y asegurarte que se pasa. Y en la mayoría de los casos no vuelve.
Una clave quizás es pensar un poco qué lo causa y no eludir el problema. Es decir no barrer la mugre y meterla debajo de la alfombra. Sino barrerla, meterla con la pala en una bolsa de supermercado, ponerla en el canasto de la basura y que el camión se la lleve para siempre. Pero, calma, que eso puede llevar un tiempo. El que sea necesario. No te fijes plazos. Porque los plazos causan ansiedad. Y la ansiedad causa pánico. Y así todo se va al diablo. Calma. Mucha calma.
Siempre que puedas, no dudes ni un poco en recurrir a tu entorno, amigos, familia, en lo posible. Son lo que los psicólogos llaman recursos. Ellos nos ayudan a que se pase más rápido. Y luego, con tranquilidad, con tiempo, tratá de reflexionar qué pudo haberlo ocasionado, por qué aparece cada tanto. No confundás la diversión y el goce vacío y pasajero con el placer genuino y duradero, que quizás es lo que esté faltando. Hay algo ahí dentro que es lo que jode, lo que atemoriza, que provoca incertidumbre. Tratá de alejarte de las cosas que te metan presión, de ser menos autoexigente —¡demasiado te rompen las bolas en la facultad o en el laburo o la propia familia e inclusive hasta los amigos, como para andar exigiéndote vos mismo!—. Intentá satisfacerte más, identificar los factores que te generen ansiedad, que te agitan cotidianamente, que te hacen querer todo ya, todo ya, todo ya, todo ya, que te hacen pensar que una gripe es la muerte directa o que un dolor de panza es un cáncer de estómago. O creer que la turbulencia es que el avión se está por caer, cuando en realidad podés tomarla como las cosquillas de las nubes, porque los movimientos siempre pasan y el avión siempre sigue su rumbo. Esos fantasmas que comienzan a multiplicarse en segundos en la cabeza y te espantan y te causan el ataque de pánico. Esos fantasmas que sólo existen en tu cabeza. Esos fantasmas que hay que soplarlos, y se van. Porque son humo. Porque no existen. Y no hay que darles la más mínima entidad.
Si hace falta medicación, clonazepam, por ejemplo, hay que tomarla. Si hace falta hacer terapia, hay que hacerla. Hay que sacarse los mandatos y los prejuicios de encima. Nadie está loco. O todos lo estamos. Y estamos para acompañarnos. Mucha gente sufre estos martirios. Y es recomendable consultar a profesionales. Ponerse las pilas con eso. Pueden parecerte chantas, porque somos incrédulos, porque cuando sufrimos pánico somos racionales, escépticos, pero en verdad ellos son los que saben. O, en todo caso, nadie sabe más que ellos cómo parar el pánico y ayudarte a encontrar una vida en paz.
No trafiques clonazepam, alprazolam o el que sea. No te automediques. Acudí al médico psiquiatra, si fuera necesario, y a un psicólogo, si también lo consideraras necesario. Está comprobado que se sale de estos tormentos con ayuda farmacológica y terapéutica. Aunque a veces no hace falta ninguna de las dos. Pero si te aquejan los pánicos, aunque sean sensaciones, o paniquitos, una consulta nunca está demás. Nadie te va a abducir, como una nave extraterrestre, a su consultorio ni a su diván. Siempre está la chance de decir amablemente que no, que lo vas a intentar de otra manera. Siempre hay posibilidades de cambiar de médico y de terapeuta. Algunos probaron con homeopatía y salieron. Otros se separaron de su pareja y salieron. Otros renunciaron al laburo, que les quemaba la cabeza, y salieron. Otros salieron por sí solos sin cambiar nada, y nunca más volvió el pánico. La salida es un punto de vista. La terapia y el tratamiento farmacológico, si se necesitaran, son un traje a medida. Los sastres no son nuestros amigos. Los sastres son los profesionales, los que saben.
Los ataques de pánico son un infierno que muchos sufrimos. Son la tortura de nuestra propia mente. Pero la vida hay que vivirla. Y del infierno se sale. Y se sale fortalecido. Porque aunque aprendemos a los golpes, que son los ataques de pánico, aprendemos de verdad, nos conocemos más para ser felices y para vivir en paz. No tengas miedo, que todo pasa. Y es para estar mejor.

lunes, 17 de agosto de 2015

Lo que quieras

Chat con un amigo:

—La paso muy bien con él, realmente. Nunca hemos hablado de las «reglas» de la relación, y es mejor, porque no me caben mucho las reglas.
—Me parece muy bien.
—En estos días leí algo con respecto a este tema. A ver si te interesa.
—A ver.

Soltando las amarras, de Emmanuel Ruiz Castellanos

Te digo vete cuando quieras
porque decir te extraño es decir cadenas;
Te digo puedo vivir sin que me quieras
porque decir te necesito es mentira,
es decir cadenas;
Te digo mira donde quieras
porque decir mírame a los ojos
es un insulto egoísta,
es decir cadenas;
Te digo duerme con quien quieras
porque decir duerme conmigo
es inseguridad fatal
es decir cadenas;
Te digo tarda cuanto quieras
porque decir hoy o mañana
es encerrarnos en el tiempo
es decir cadenas;
Te digo cuéntame lo que quieras
porque decir cuéntamelo todo
es juicio interrogatorio,
es decir cadenas;
Te digo grítame y ódiame cuanto quieras,
porque decir trátame siempre bien
es cuadrarte a mí,
es decir cadenas;
Te digo haz lo que quieras
porque decir haz esto o aquello
es como obligación,
es decir cadenas;
Te digo vete cuando quieras
porque eres libre,
porque entre nosotros el miedo ya no existe
porque hemos renunciado a las cadenas
nuestro amor traspasó el cosmos,
nuestro amor no sabe de fronteras.

—Boludo, qué hermoso, y qué fuerte. Me encantó. ¿Me dejás publicarlo en mi blog?
—No es mío. Haz lo que quieras.

viernes, 14 de agosto de 2015

Falsos periodistas

Eduardo van der Kooy y Julio Blanck, jefes de Clarín y «referentes» del periodismo argentino, le hicieron a Juan Manzur esta semana una entrevista lamentable, justo cuando se distribuye en Buenos Aires el libro «A su salud», un repaso crítico del desempeño del candidato a gobernador de Tucumán durante sus distintos cargos en la función pública. Es una investigación seria, debidamente documentada, elaborada por los periodistas Indalecio Sánchez, Fernando Stanich e Irene Benito. Periodistas de verdad. No como Van der Kooy y Blanck, quienes no le preguntaron a Manzur ni por la manipulación de estadísticas sanitarias de Tucumán sobre la mortalidad infantil, ni por qué creció tanto su patrimonio personal, ni por la gestión de Alperovich en la provincia, la inseguridad en aumento, los indicadores sociales empeorados, el deterioro de la calidad institucional, nada. Nada de nada le preguntaron. Y, como si fuera poco, Blanck se encargó de deshonrar la investigación, que está prologada por el periodista Miguel Wiñazki. Transcribo aquí tan solo una parte del sonriente diálogo de amigos entre Blanck y Manzur.

—Dígame una cosa: acá si uno anda por el centro de Buenos Aires ve algunos afiches, que no sé si son para la campaña suya o no, un libro, una biografía suya. ¿Es a favor o en contra?
—No lo sé.
—Pero yo vi el afiche. Lo vi a usted en las paredes del centro....
—Pero son libros de campaña.
—No pasa nada.
—No pasa nada. Son libros de campaña, que siempre aparecen previo a una elección, digamos. Yo, sinceramente le digo, no he tenido tiempo para lectura últimamente.
—Pero a favor no debe ser.

Y se ríen todos.

Una entrevista rentada, propagandística y antiperiodística. El programa de Van der Kooy y Blanck en TN se llama Código Político. Yo lo llamaría Código de Comercio, o algo así.
Lo penoso de todo esto es que por mercantilistas como Van der Kooy y Blanck meten a los periodistas honestos, realmente talentosos y dignos en una bolsa en la que todos los gatos son pardos.
No me avergüenzo de ser periodista; sí me avergüenzan estos falsos periodistas, que hacen de la profesión un negocio disfrazado de «periodismo independiente».

sábado, 18 de julio de 2015

Dos en la ciudad

En Buenos Aires hay 99 teatros y 235 salas, entre los circuitos comercial, independiente y oficial. Por año, sólo en los 28 teatros y las 35 salas comerciales se realizan más de 7.000 funciones, a las que asisten más de 3 millones de personas. La producción teatral porteña es una de las mayores del mundo, junto a las de Nueva York, París, Tokio y Londres. Recién fui a ver el estreno de Vigilia de noche, dirigida por Daniel Veronese, en el San Martín. Y apenas me senté me ganó la sorpresa: en el asiento de al lado se sentó mi expsicoanalista, que vive en Tucumán y a quien no veía desde hacía casi cuatro años, cuando finalicé la terapia porque me venía a vivir acá. Nos saludamos cariñosamente y conversamos un rato antes de que empezara la obra. Era ella. Era yo. Psicoanalista y expaciente sentados al lado en un teatro de una ciudad que está a 1.300 kilómetros de distancia de Tucumán. No podía creer que entre esos millones de espectadores pudiéramos sentarnos nada menos que al lado, en una de las cientos de salas, a ver una de las miles de funciones anuales del teatro porteño. Pensé que era una joda, o parte de la obra de teatro que estaba por ver. Pero ocurrió en verdad. Un guiño de ficción que saltó del escenario a las butacas.

miércoles, 15 de julio de 2015

Asesino

Sobre la condena a prisión perpetua dictada hoy contra Jorge Mangeri, por el abuso sexual y el asesinato de la adolescente Ángeles Rawson, una cita de la novela El Benefactor, de Susan Sontag.

Imagina tú mismo que eres un asesino. ¿Qué es lo que te hace sentir asesino? ¿Es el arma, manchada de sangre, los arañazos con que la víctima ha señalado tu rostro, el corazón culpable, el inexorable inspector de policía, las pesadillas? No, no necesariamente nada de eso. Todas estas condiciones pueden estar ausentes. El asesinato puede ser incoloro, incruento, inconsciente o impune. Todo lo que se necesita es que uno haya cometido el asesinato. No hay nada presente, sólo algo en el pasado, que convierta a uno en asesino.

Apuntes de El Benefactor

El apetito por el razonamiento debe regularse, como sabe toda persona sensible, porque puede ahogarnos la vida.
Nunca he comprendido por qué la gente encuentra tan difícil decir la verdad a sus conocidos o amigos. Según mi experiencia, la verdad es siempre apreciada, y el temor a ofender es generalmente exagerado. Muchos temen ofender o herir a los demás, no porque sean amables, sino porque no aprecian la verdad.
Cuando escribimos la verdad, deberíamos dirigirnos a nosotros mismos. Cuando al escribir somos didácticos y moralistas, debemos considerar que sólo nos instruimos y aconsejamos a nosotros mismos, por nuestras propias faltas. El lector es un divertido accidente. Uno debe permitirle su libertad, su libertad para contradecir lo que está escrito, su libertad para debatir entre las alternativas.
El sacerdote es una persona educada en el arte de menospreciar el cuerpo.
Pretender algo es sólo no pretender otras cosas. Pero estar obsesionado es no pretender nada en absoluto. El sol no juega a levantarse cada mañana. ¿Sabés por qué? Porque el sol está obsesionado con su trabajo. Todo lo que admiramos en la naturaleza bajo el nombre de orden, y la confianza fundamental que depositamos en sus movimientos regulares, es obsesión.
Está bien ser serio, pero no entender la seriedad como una exigencia.
Respeto un auténtico misterio, pero deploro los intentos de mistificación.
La moderación es un signo de un estado espiritual confuso. Pero cualquier acto puede llevarse a cabo moderada o inmoderadamente. Hay asesinatos moderados e inmoderados paseos junto al río.
Las lágrimas son serias; uno puede recogerlas en una jarra. Pero un sueño, como una sonrisa, es puro aire. Los sueños, como las sonrisas, se esfuman rápidamente.
Qué gran promesa de libertad supone la sexualidad. Qué extraño que no esté marginada por la ley.
Me sorprende que los sueños no estén fuera de la ley. ¡Qué promesas son los sueños! ¡Qué agradables! ¡Qué íntimos! Y no se necesita compañero, no se precisa colaboración de nadie, ni macho ni hembra. Los sueños son el onanismo del espíritu.
El gusto por lo impreso, la habilidad para leer rápidamente, dependen de una educada pasividad mental. Sería una exageración decir que el lector no piensa, pero piensa sólo hasta cierto punto; debe detener sus pensamientos o, de otro modo, nunca iría más allá de la primera frase.
Las cosas que sabemos hacer bien son las que repetimos una y otra vez, y todavía son mejores las que tienen en sí mismas una forma esencialmente monótona: bailar, hacer el amor, tocar un instrumento musical.
Los seres humanos están diseñados para amar. La única excepción a este diseño es el soñar. En un sueño nos miramos a nosotros mismos, nos proyectamos sobre nuestra propia pantalla; somos actor, director y espectador, todo al mismo tiempo.
Tocador, cosméticos, abanicos, un armario de elegantes vestidos, en fin, todos los requisitos de la vanidad.
El amor eleva la temperatura del espíritu; es una especie de fiebre. Los hombres aman para sentirse vivos. Y no se limitan simplemente a amar. También por eso van a la guerra. Si la guerra no satisficiera un deseo elemental —no el deseo de descubrir, que es superficial, sino el deseo de encontrarse en estado de tensión, para sentir con mayor intensidad—, la práctica de la guerra se habría probado una vez, y luego abandonado. Los hombres, acertadamente, consideran sus propias muertes como un precio no demasiado alto por sentirse vivos.
La esencia de la bondad es la monotonía. Digo monotonía, no consistencia, que tantos incorrectamente creen el sine qua non del buen carácter. De la monotonía surge la pureza. Ésta es la razón por la que casarse es mejor, más puro, que la poligamia. Pero la monogamia es poligamia cuando se enfrenta a la pureza del amor a sí mismo. ¿Qué es más monótono que uno mismo?
Pienso mejor cuando pienso en una sola cosa, siento con más profundidad cuando siento una sola cosa. Si pudiera remodelar mi cuerpo, sería de dimensiones celestiales, de modo que las ciudades de los hombres aparecieran ante mí como diminutas manchas. O bien, lo haría tan pequeño, que sólo pudiera ver una hojita de hierba. Acariciaría su tallo, me adentraría en sus oscuros pliegues, me frotaría contra su verde costado.
En la enfermedad la imaginación lo es todo. Usándola adecuadamente puede curar, aunque también la imaginación mata. Pero la imaginación del cuerpo suele ser generalmente prosaica, hasta torpe. Los sueños son la poesía; la enfermedad, la prosa de la imaginación.
Cada uno de nosotros vive diariamente junto a su muerte. Una cinta, a veces más ancha, otras más estrecha, que se enrolla a lo largo de nuestras acciones cotidianas.
Resulta demasiado fácil resignarse a la pérdida de alguien que no ha tenido una importancia realmente grande.
Un funeral adquiere en provincias mayores dimensiones y un peso específico más importante que un funeral en la capital.
Hice una lista de formas posibles de morir. Hasta aquí llegué. Muerte por locura, muerte por guillotina, muerte por guisantes que suben a través de la nariz, hielo atravesado en la garganta, caída en el hueco de un ascensor, crucifixión, el paracaídas que no se abre, gangrena, saltar por la ventana del dentista, arsénico en la sopa de cebolla, arrollado por un autobús, mordisco de serpiente, la bomba de hidrógeno, Escila y/o Caribdis, desilusión amorosa, un bastonazo, la ruleta rusa, la sífilis, ser aplastado por una apisonadora, cirugía negligente, ahogo, un accidente de aviación, píldoras para dormir, gases de automóvil, aburrimiento, paseo por la cuerda floja, hara-kiri, mordedura de tiburón, linchamiento, ultimátums, hambre, volar sin alas, volar con alas (sin avión). Qué frágiles somos.
Los hábitos se cultivan. Ante las compulsiones nos rendimos. Quizás una compulsión sea sólo un hábito ahogado.
Nuestros sueños son libres mientras nuestras vida diurnas están dominadas por la compulsión. Nuestras vidas conscientes se rigen por el arte del compromiso mientras nuestros sueños se atreven a todo.
La indignación es una emoción perversa y totalmente falta de provecho.
Lo bueno y lo malo se ríen uno del otro.
La vida es un lento movimiento. La vida está cincelada con una punta de clavo y, en la cabeza del clavo, un mensaje indescifrable.
Uno sólo necesita declararse libre para serlo realmente.
Los grandes milagros del cambio se alcanzan restringiendo las propias ambiciones. Hay un método mejor para convertir el infierno en paraíso que subir pesadamente la cuesta. También puede descenderse, descenderse hasta la boca del diablo, pasando junto a los lacerados cuerpos de los traidores, a través de la garganta, y penetrando en los mismos intestinos del demonio. El ano del diablo es la puerta trasera hacia el paraíso, si se me permite esta indelicadeza.
La verdadera prueba de la satisfacción es el silencio, así como el significado de la satisfacción no es estar lleno, sino vaciarse.
Los antiguos filósofos estaban en lo cierto al alabar las ventajas de la edad. Se tiene menos motivo para sufrir y mayor ocasión para pensar. Para algunos esta paz resulta del silencio de la necesidad sexual.

Terminé El Benefactor, de Susan Sontag. Estos son apuntes de esa novela, que me pareció fabulosa.

sábado, 11 de julio de 2015

Algo importante

Entrevista de Jorge Guinzburg a Charly García en Peor es nada, 1994.

—En un recital vos te bajaste los pantalones. Para bajarse los pantalones, en principio, hay que tener algo importante.
—Pantalones.
—Es cierto, pantalones es lo primero. Pero lo segundo es tener algo importante. Porque si uno no se ve nada cuando se baja los pantalones, no se los saca.
—Mirá, el asunto es: ¿dónde está la foto de ese día? En una revista, para tener un escándalo tiene que haber una foto. O sea que si soy tan hábil como para desenfundar y enfundar antes del flash... no sé si es grande pero es rápida.

martes, 9 de junio de 2015

Chivo

El chivo es una muy extendida práctica según la cual se transforma en noticia algo que no lo es. O en personajes reporteables a sujetos sin un interés legítimamente periodístico. El chivo también consiste en promocionar productos o hechos fuera del espacio publicitario y sin aclarar que no se trata de información normal.
Esta definición del periodista Jorge Fernández Díaz, escrita en su biografía sobre Bernardo Neustadt, «El hombre que se inventó a sí mismo», publicada en 1993, me parece útil para entender algunas cosas que pasan en los medios con frecuencia hoy en día. Entender, por ejemplo, por qué Marcelo Tinelli le dedicó tanto tiempo de su muy exitoso programa, Showmatch, a una conversación en vivo y en el estudio con el intendente de La Mataza y precandidato a gobernador bonaerense, Fernando Espinoza, que no podía dejar de sonreír. O por qué hace dos años, cuando no la conocía nadie, la diputada bonaerense Mónica López, esposa de un sindicalista petrolero, de pronto es invitada a Almorzando con Mirtha Legrand, como si fuera una estrella de la política. O por qué para la radio Del Plata es noticia que el dueño de Isadora y Todo Moda, Carlos Castelli, se jacte de ser «el mejor del mundo en precio-calidad en bijouterie». O por qué C5N publica en horario central una nota sobre la visita del intendente Martín Insaurralde a las obras del jardín de infantes número 12 de Lomas de Zamora.
Mandan el dinero y el poder. Y, por desgracia, pasan los años y en las redacciones hay cada vez menos periodistas y más chivos, con astas cada vez más grandes.

lunes, 1 de junio de 2015

La moda y la revolución

“La historia es objeto de una construcción cuyo lugar no lo configura el tiempo homogéneo y vacío sino el cargado por el tiempo-ahora. Así, para Robespierre la antigua Roma era un pasado lleno de ese tiempo-ahora que él hacía saltar respecto del continuo de la historia. La Revolución Francesa se entendía como a una Roma retornada. Citaba a la antigua Roma exactamente como la moda cita un traje ya pasado. La moda tiene olfato para lo actual dondequiera que esto aún se mueva en lo espeso de otrora. Es el salto del tigre hacia el pasado, pero tiene lugar en una arena donde impera la clase dominante. El mismo salto, dado bajo el cielo libre de la historia, es el salto dialéctico, con el cual Marx concibió la revolución”.

(Walter Benjamin, sobre el concepto de historia)

miércoles, 6 de mayo de 2015

Viajar, según Beatriz Sarlo

Entre los minuciosos relatos de las vacaciones, los periplos y las aventuras de su vida, Beatriz Sarlo introduce en su último libro, Viajes, reflexiones sobre el viajar, el turismo y lo que ella llama los «fuera de programa»: situaciones que sientan una huella en el recuerdo de nuestros viajes y le otorgan sentido.
«Una utopía del viaje es que se produzca esa irrupción de lo inesperado, que hace caer la administración burocrática del turismo y cumple la promesa de que todavía existe algo que será visto por primera vez», dice.
Para ella, «el turismo es programático y elude la contingencia», «se rige por vectores fijos y evita el desorden» y «promete felicidad segura, no imprevistos», lo que «no podría ser de otro modo en el uso capitalista de los recursos del mundo».
«Los viajes —en cambio— no consisten en una impávida sucesión de placeres y novedades sino también de sobresaltos», dice Sarlo, porque «lo bueno de viajar está en la incomodidad y los imprevistos».
Al viajar —donde sea, para lo que sea, pero fundamentalmente por placer— propongo que desactivemos el modo turista responsable, obstinado por cierto reglamento tácito del buen viajero que predomina en el imaginario colectivo. Creo que madurar es, en cierta medida, entender el viaje como la vida: tratar de que sea interesante y placentera y nunca perder la esperanza de la sorpresa y la fascinación.

lunes, 4 de mayo de 2015

La arquitectura y la vida

Me pide usted que hable de mi arquitectura, de mi vida, de aquello que me agrada y de lo que me hace sentir triste. Y voy a tratar de satisfacerlo en pocas palabras.
Me gustaría decir que la arquitectura no es lo importante, a pesar de que me ha hecho permanecer ligado a la mesa de dibujo durante sesenta años. Lo importante para mí es la vida, los amigos, este mundo injusto que debemos convertir en un mundo mejor.
Hago solamente aquello por lo que me siento atraído, con la mayor libertad, convencido de que la arquitectura es, antes que nada, invención. Además, creo en la intuición, viendo la creación arquitectónica como una cosa muy personal e intransferible. Cada arquitecto debe tener su propia arquitectura.
En lo que respecta a la vida, siempre digo que, por desgracia, soy pesimista, encuentro al ser humano frágil y abandonado, sin ninguna perspectiva. Pero la vida hay que vivirla y, puesto que estamos todos en el mismo barco, debemos vivirla codo a codo, solidarios.
El resto lo hace el tiempo y nosotros lo seguimos sin remedio. Contentos, cuando pasamos un buen momento; las mujeres son hermosas; los amigos, fraternales; cuando el cielo azul está lleno de estrellas. Tristes e indignados, cuando la vida se convierte en una madrastra cruel, la miseria crece y nuestros más pobres hermanos permanecen olvidados y sumidos en la desesperanza.
Y entonces, cuando la esperanza abandona el corazón de los hombres, la revolución se impone.
Creo, sin dudas, en la inteligencia del ser humano, en que algún día estaremos volando por el cosmos, charlando con nuestros hermanos del espacio, pero siempre haciéndonos, inquietos, la misma pregunta: después de todo, ¿qué somos?

Oscar Niemeyer, el creador de Brasilia. Octubre de 2001.

lunes, 13 de abril de 2015

La reforma ortográfica de Fernando Vallejo

Mi reforma ortográfica, señorías, que en esencia es la que propuso en el Siglo de Oro Gonzalo Correas (quien escribía «Korreas») pero acomodada a la realidad actual del idioma, la de que los hispanoamericanos hoy por hoy somos sus dueños, va así: «casa» con ka de «kilo»: «kasa». «Queso» con ka de «kilo» y sin u: «keso». «Aquí» con ka de «kilo» y sin u ni tilde: «aki». «Cielo» con ese de «suelo»: «sielo». «Zapato» con ese de «suelo»: «sapato». «General» con jota de «joder»: «jeneral». «Guerra» con ge de «ganas» pero sin u: «gerra». «Güevón» con u sin diéresis ni tilde: «guevon». «Burro» con be de «burro»: «burro». «Vaca» con be de «burro»: «baca». «Hijueputa» sin hache: «ijiueputa». Nuestras letras dobles con sonido sencillo, que son la che, la elle y la erre, se escribirán respectivamente s, l y r. Y así tenemos: «chapa»: «sapa», con ese africada postalveolar sorda y sin hache. «Carro» (como para decir que las prepago —prostitutas— quieren carro): «karo», con ka y erre dura. «Río» se escribirá «río», con erre dura. «Loco» se escribirá «loco», con ele normal. «Llama» se escribirá «lama», con ele rara. La ye de «el hombre y la mujer» irá con i latina: «el hombre i la mujer». «Wagneriano» se escribirá «bagneriano». «Examen» se escribirá «ecsamen». Se suprimen pues, señorías, la ce, la hache, la cu, la ve, la ve doble, la equis, la ye, la zeta, las tildes y las diéresis, a Dios se le quita la mayúscula y se les pone a tres letras viejas tres rayitas como la de la eñe, pero abajo en vez de superpuestas. Ahora, que si en vez de las tres letras con las rayitas ustedes prefieren signos nuevos, adelante, a dibujarlos, señorías, soy todo ojos y oídos. Voilà tout. Verán cómo desbancamos al inglés.

Vuelta pues atrás a los fenicios y a los griegos, a un signo por cada sonido. Donde nosotros tenemos la c, la k y la q con u los griegos sólo tenían la kappa. Y donde nosotros tenemos la b y la v, los griegos sólo tenían la beta. Y como fue volverá a ser en cumplimiento de la revolución inmóvil priista que guiará en adelante el mundo. Ortografía fonética sin resabios etimológicos, señorías. A este idioma le sobran ocho letras y al hombre, dos tetas.

(Fernando Vallejo, en su novela Casablanca, la bella)

domingo, 12 de abril de 2015

Los imprescindibles

Hay colectiveros que están frente a un semáforo en rojo y te abren la puerta para que te subas, pese a que vos no estás en la parada, y son buenos; hay colectiveros que frenan para dejarte subir mientras venís corriendo y no llegaste a tiempo a la parada, y son mejores; hay colectiveros que frenan para que subas cuando estás a media cuadra o más lejos de la parada, y son muy buenos; pero hay los que paran siempre para dejarte subir, estés donde estés... esos son los imprescindibles.
Los colectiveros constituyen un barómetro para medir la cantidad de personas buenas e hijas de puta que hay en Buenos Aires. Los ejemplos anteriores entran en el grupo de buenas personas, mientras que el resto de los colectiveros, los que te hacen «no» con el dedito detrás del parabrisas, los que se encogen de hombros y abren los brazos como diciéndote «y bueno... cagate» o los que ni te miran por más que le pegués patadas a la puerta, esos son los hijos de puta. Y en esta ciudad hay muchísimos. No puede haber tanta maldad, mi amor. No puede haber tanta maldad.

miércoles, 8 de abril de 2015

Hay belleza hasta en el vuelo de una bolsa de nylon

«Creo que podría estar muy molesto por lo que me pasó, pero es difícil estar enfadado cuando hay tanta belleza en el mundo. A veces pienso que lo veo todo a la vez, y es demasiado. Y mi corazón se infla como un globo que está a punto de estallar. Y luego recuerdo relajarme y dejar de tratar de aferrarme. Y luego fluye en mí como lluvia y no puedo sentir más que gratitud por cada momento de mi estúpida vida. Estoy seguro de que no tienen ni idea de lo que digo. Pero descuiden: algún día la tendrán». Lester Burnham (Kevin Spacey) en el final de Belleza Americana.

miércoles, 1 de abril de 2015

El amor amenazado

En Elogio del amor, el filósofo francés Alain Badiou dice que el amor está amenazado: por el mundo liberal capitalista y por quienes lo consideran puro hedonismo. Y entre las acechanzas menciona al sitio de citas para solteros Meetic, comparable con nuestro contemporáneo Tinder y sucedáneos. Badiou alude a «un arreglo de antemano que evita toda casualidad, todo encuentro, y finalmente, toda poesía existencial, en nombre de la categoría fundamental de la ausencia de riesgos».
«Ahí están los dos enemigos del amor, en el fondo: la seguridad del contrato de aseguración y la comodidad del goce limitado», afirma Badiou y aboga por «reinventar el riesgo y la aventura, en contra de la seguridad y la comodidad».
También dice Badiou que «el amor no puede ser simplemente el vestido del deseo sexual», que «el amor es verdaderamente confiar en la casualidad» y que el amor «nos lleva a los parajes de una experiencia fundamental, la diferencia, y, en el fondo, a la idea de que el mundo puede experimentarse desde el punto de vista de la diferencia».
«Porque el amor, al fin y al cabo, sucede en el mundo. Es un acontecimiento no previsible o calculable según las leyes del mundo», dice Badiou.
Qué se yo. Dejemos el celular un rato.

lunes, 23 de febrero de 2015

Un villano se define

Yo solo hago cosas. La mafia tiene planes, los policías tienen planes. Son conspiradores. Siempre tratan de controlar sus tristes mundos. Yo jamás conspiro. Intento mostrarles a los conspiradores lo patéticos que realmente son sus planes de controlar. (El Guasón de Heath Ledger)