«Una utopía del viaje es que se produzca esa irrupción de lo inesperado, que hace caer la administración burocrática del turismo y cumple la promesa de que todavía existe algo que será visto por primera vez», dice.
Para ella, «el turismo es programático y elude la contingencia», «se rige por vectores fijos y evita el desorden» y «promete felicidad segura, no imprevistos», lo que «no podría ser de otro modo en el uso capitalista de los recursos del mundo».
«Los viajes —en cambio— no consisten en una impávida sucesión de placeres y novedades sino también de sobresaltos», dice Sarlo, porque «lo bueno de viajar está en la incomodidad y los imprevistos».
Al viajar —donde sea, para lo que sea, pero fundamentalmente por placer— propongo que desactivemos el modo turista responsable, obstinado por cierto reglamento tácito del buen viajero que predomina en el imaginario colectivo. Creo que madurar es, en cierta medida, entender el viaje como la vida: tratar de que sea interesante y placentera y nunca perder la esperanza de la sorpresa y la fascinación.
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