martes, 24 de junio de 2008

La universalidad de Piazzolla y los íconos argentinos


Sorprendido, detuve unos instantes mi caminata por las ruinas romanas para escuchar el bandoneón que tocaba un músico callejero. El artista interpretaba Libertango, de Astor Piazzolla. Melodía bella, nostálgica, apasionada, neurótica, como el propio Piazzolla definió alguna vez a su música. Mi bandoneón es como tener una mujer en los brazos. Lo acaricio, le pego. La excitación rítmica me lleva a eso. Un músico no es un empleado solemne, sentenció una vez, durante una entrevista que le hacía el recientemente fallecido Bernardo Neustadt. Escuchar Libertango tan lejos de casa me puso la piel de gallina. El escenario no guardaba ninguna relación con la canción, pero igualmente me estremecí. Y pensé, además, en el alcance internacional que logró uno de los más famosos compositores argentinos de tango. Piazzolla, junto a Mafalda (en Holanda vi a la venta la colección completa de las tiras de Quino, y muñequitos de ella y de los principales personajes), al Diego y a Mercedes Sosa (en La Alhambra, Granada, una mujer con la que intercambié un breve diálogo se animó a entonar un par de estrofas de Canción con todos) son definitivamente los principales íconos argentinos en el mundo. A ellos se les suman algunos contemporáneos, tales como Lionel Messi, aunque su trascendencia aún es un misterio.

martes, 17 de junio de 2008

El pedaleo masivo


Una de las cosas que me llaman la atención en Europa es que en varias ciudades el uso de la bici es multitudinario. Es ecológico, económico y práctico. Por ejemplo, en Berlín, donde estuve este fin de semana, y en Barcelona, donde el ayuntamiento puso en marcha un sistema que se llama bicing. Se trata de bicicletas públicas que pueden ser utilizadas por cualquiera. Se debe pasar una tarjeta (no es cara; son 24 euros al año) por el detector que está ubicado en las estructuras de hierro en las que se estacionan las bicis; se toma la bici indicada y se la puede devolver en cualquiera de los cientos de estacionamientos distribuidos por toda la ciudad. ¿Funcionaría un sistema así en San Miguel de Tucumán? Pregunto no sólo por los afanos (en Barcelona también se las roban) si no también por las características de la ciudad. Yo creo que no. O que, por lo menos, sería muy complicado.

sábado, 7 de junio de 2008

Definición de lactancia, según Josep Pla

Estoy leyendo "El cuaderno gris", la obra insigne del más célebre escritor catalán de todos los tiempos, Josep Pla. Allí encontré un concepto sobre la primera infancia, la de los primeros meses, que me pareció maravilloso. Aquí va: sospecho que la época de los pañales es la más feliz de la existencia terrenal. ¡Qué tiempo de maravilla! Esos sueños tan largos, esos almohadones tan blandos, esas deliciosas madrugadas y esos líquidos suculentos y delicados ¡no se deberían sorber de pasada! ¡Vivir en un mundo en que, esencialmente, sólo se tiene hambre y ver que todo el mundo se esfuerza por saciárosla, tiene que ser un deslumbramiento contínuo, una fascionación beatífica! ¿Os lo imagináis? Es muy cierto lo que digo, que el abrigo de la infancia crea, con los años, por contraste, la sensación de intemperie y de inseguridad. La vida se convierte en una nostalgia de la dulzura perdida, de la felicidad robada. Pero, de aquella época de placeres tranquilos y de bienestar vegetal, me ha sido siempre imposible retener cualquier recuerdo preciso y concreto... Eso debe aumentar probablemente el encanto de la época de lactancia como paraíso perdido -como paraíso terrenal-.

lunes, 2 de junio de 2008

Del jacuzzi y el autobombo


La semana pasada estuve en Madrid; en el Santiago Bernabéu. El estadio parece dibujado en correspondencia con la envergadura del club: el Real Madrid. Las gradas, que soportan la visita de hasta 85.000 personas, están pintadas de azul y blanco; el césped está muy bien conservado y el interior es impecable y moderno: hay una exposición de trofeos; una sala de prensa para casi un centenar de periodistas; una tienda (obviamente) con todo el merchandising merengue a la venta, y, justo para esta época, un homenaje temporario y exclusivo a la "saeta rubia", Alfredo Di Stéfano, una deidad de los madridistas. El recorrido está bien pensado; es agradable. Hasta te permiten sentarte en los bancos de suplentes. Completito. Pero me parece que se les escapó la tortuga (Diego Armando Maradona, Buenos Aires, 1997) con que los vestuarios tengan jacuzzi. ¡Sí! ¡Jacuzzi! En el local y en el visitante. También, que durante el recorrido uno se tope cada dos por tres con carteles en los que se lee: "El mejor club de la historia". ¿Quién le dio tal título? ¿O qué les hará pensar, con tan fuerte convicción, que es el Real Madrid y no otro? ¿Sólo la cantidad de copas ganadas le dan automáticamente a un equipo la corona del mejor de la historia?

Nada de BigMac, ni de Cajita Feliz, ni las pelotas

Amigos, una de las más gratas situaciones que viví durante este periplo por el Viejo Continente ocurrió en Sevilla, donde comí "montaítos". Estos son como sanguchitos en pan francés -o mignoncitos, tal vez- con salmón, con jamón, con papas, realmente muy ricos. Además, me atendieron rápido; la ración de seis montaítos me dejó más que satisfecho y pagué sólo siete euros, con bebida incluida. Digo sólo siete euros porque comer afuera sale más bien carito en Europa. La cadena de restaurantes es muy conocida en España: hay 115 locales. Se llama "Cervecería 100 Montaditos".