jueves, 29 de abril de 2010

Sobre la última paliza en el metro de Madrid

Hoy se publicó en La Gaceta un análisis que escribí acerca de la golpiza que se perpetró en el metro de Madrid en marzo y que fue difundida en los últimos días por el diario El Mundo, de España.

lunes, 26 de abril de 2010

Lisboa, el barrio

En pocas ciudades se percibe una sensación de tranquilidad categórica, completa, como en Lisboa, lo cual se contrapone con su condición de capital de un país europeo y hasta hace poco más de cien años, de un imperio. Será la calzada portuguesa, de piedritas amarillas, blancas y azules, o los kilómetros de adoquinado, que dificultan el tránsito rápido y obligan la vista del paisaje. O las casitas blancas con tejas, en cuyas fachadas están empotradas decenas de macetas y platos pintados. Así es una del vecindario céntrico Caramão: la de la avó Laura, tal como figura en un cartel de cerámica ubicado arriba de la puerta principal. Imagino a su dueña, a esa abuela portuguesa: pelo blanco, paso cansino, mirada dulce, mejillas rosas y manos cocineras. La imagino sentada en su silla, frente a la calle, saludando sonriente a cualquiera que pase caminando. Una vida prudente, discreta. La serenidad lisboeta se deja ver también en los balcones de las casonas palaciegas del Bairro Alto, en los que están tendidos calzones, camisas y pantalones recién lavados. Mi amigo Pancho Pardo, compañero chileno del Programa Balboa, dice que el olor a ropa limpia es esperanzador. Ese olor a jabón... Lisboa es saludable. Es quietud, es sosiego. Es el musgo en la pared; en los bares, el culto de los fadistas modernos, todos hijos de Amalia Rodrigues; el azulejo relevado; el tranvía añoso; el andar presumido de un gato gordo; un barcito de entrada corta y su barrita, sus mesitas, sus sillitas, sus vasitos, sus ceniceritos, su mocita. Es raro, pero esta urbe me parece un gran barrio. Es el diálogo justo entre la gente, de un silencio venerable. Un hombre, una mujer y su hija -de unos tres años- pasando la tarde en la plaza sin decirse una palabra, unidos, en calma; cuatro viejos jugando a los naipes; el beso apasionado debajo de un farol, colgado de una pared enferma crónica de humedad; la revolución poética, la de los claveles en vez de balas; la mirada del pescador en el horizonte interminable del Atlántico; los barcos mansos en el Tajo. Lisboa es paz.

jueves, 22 de abril de 2010

miércoles, 21 de abril de 2010

Periodismo... ¿qué?

Periodismo ciudadano. En los últimos días me vine preguntando qué es este insólito concepto, inventado por algún novel entusiasta de internet, sino la vulgarización de una profesión noble -con perdón de las desviaciones- a la que millones de personas en el mundo les dedican años de estudio y de práctica -caminando la calle, golpeando las puertas de los despachos, sufriendo tratos desdeñosos y soportando la presión de la hora de cierre y los malos pagos-, y que en muchos casos arriesgan sus vidas para conseguir datos y elaborar esos benditos productos llamados noticia, crónica, informe, panorama, reportaje, entrevista. El periodismo 3.0, el periodismo ciudadano… a veces pienso que el término periodismo ciudadano tal vez sea un vil subterfugio de las patronales para prescindir de trabajadores con vocación real de periodistas, en nombre de la democratización de la información. Periodismo no es filmar un accidente con un celular y subirlo a YouTube. Periodismo no es contar en un blog qué linda que es la Tour Eiffel para los amigos y los familiares que están a 14.000 kilómetros de distancia. Periodismo no es opinar en Facebook sobre lo injusto que fue otorgar el premio Nobel de la Paz a Barack Obama. Periodismo no es retwittear a los seguidores un artículo escrito por un auténtico periodista, que consideró seriamente al lector a la hora de ponerse a bajar teclas. El periodista es un ciudadano, pero el ciudadano no es necesariamente un periodista. El ciudadano puede tener la exclusiva, pero eso no lo hace periodista. El ciudadano puede (o podrá) prescindir de los medios para informarse, pero no del periodista. El periodismo ciudadano es al periodismo lo que el curanderismo a la medicina. El periodismo ciudadano no existe. El periodismo es uno solo: se llama periodismo y lo ejercen los periodistas.

lunes, 19 de abril de 2010

Caricaturas de Matador

Estas caricaturas son de Julio César González, alias Matador, caricaturista del periódico El Tiempo, de Colombia. Las tomé de su blog. Para verlas más grandes, clickear en cada imagen.

domingo, 11 de abril de 2010

En un bar de Alcalá de Henares

Hoy visité Alcalá de Henares, una ciudad de la comunidad de Madrid conocida por haber sido el pueblo natal de Miguel de Cervantes Saavedra. Tomé el tren de Cercanías a las tres de la tarde y llegué media hora después. El día, inmejorable: sol pleno, temperatura en torno de los 23 grados, ambiente seco, viento suave y fresco. Óptimo. Luego de pasear unas horas con mi amigo Juan Torres, compañero del Programa Balboa, de caminar por callejoncitos y plazas verdes y de ver edificios de arquitectura imponente y Don Quijotes y Sancho Panzas por doquier, nos metimos en un bar a tomar cerveza, entre un gentío que descansaba del trajín universitario y se divertía. La música, a todo volumen. En el televisor, el partido del Espanyol de Barcelona contra el Atlético de Madrid. De repente, una lluvia de bolsas de plástico. Regalaban remeras y pufs inflables; de onda. Lo que hay en tu vaso dice mucho de tí, era la inscripción de las remeras. Curioso. Al rato, un españolito de cuatro o cinco años, altanero, entró de sopetón al garito y, enojado, le gritó no sé qué quejas a un treintañero que tal vez era su padre, señalándolo con su dedito. Y salíó raudamente del lugar, entre miradas de extrañeza. Cosas raras. Pero mi mayor sorpresa fue cuando el DJ cambió la electrónica por La mano de Dios, del Potro Rodrigo. A poco que debutó, Maradó, Maradó, la 12 fue quien coreó, Maradó, Maradó, su sueño tenía una estrella llena de gol y gambetas... Yo, entusiasmado; pero en el bar el tema pasó sin pena ni gloria, y volvió la electrónica. Me dio la sensación de que el clima de fiesta cayó en un pozo mientras sonó. Sólo yo lo canté. Supuse entonces que el DJ era argentino y le pregunté al barman si era así. Me respondió: ¿este? Este no es argentino, macho. Este es más español que el tío Paco, ¡joder!

martes, 6 de abril de 2010

Messi, el protagonista

Este fin de semana se publicó en La Gaceta un informe que escribí desde Madrid sobre el fenómeno Lionel Messi y la opinión de los españoles sobre el argentino, de quien muchos se animan a decir ya que es mejor jugador del que fue Diego Armando Maradona. También salió una entrevista que le hice a José Ángel Castro Savoie, un experimentado periodista de la agencia EFE, donde estoy trabajando actualmente.

lunes, 5 de abril de 2010

Decadencia

A Ana Cristina Pereira, la periodista oriunda del archipiélago de Madeira que me hospedó en Oporto durante los días de descanso de Semana Santa, le pregunté por qué eligió esa ciudad para vivir y trabajar después de graduarse en la universidad, y me respondió, tajante, que lo hizo porque Oporto es decadente; una decadencia —luego entendí— por oposición a la pujanza y el crecimiento que hace que las ciudades europeas sean cada vez más parecidas entre sí. Más que tratarse de un lugar que empobrece, mi colega se refirió quizás al desinterés de una sociedad por la modernidad y a cierto rechazo al esnobismo; a que los portuenses optan por vivir con lo que tienen, con amor a lo propio, sin más, con pocas ganas de cambiar. Total, ¿para qué? Caminando, noté que las personas aprovechan del río, el Duero, y a la vez el océano, el Atlántico, con plena conciencia de que son dos grandes tesoros; se suben al parsimonioso tranvía marrón y así eluden la velocidad y el caos de la calle; se siguen conmoviendo con las melodías y los arpegios nostalgiosos del fado y su guitarra de doce cuerdas, y disfrutan del encuentro nocturno en un bar clandestino, montado en uno de los tantos edificios antiguos que lucen esa derruida majestuosidad, y de comer francesinhas, beber vino dulce y corretear patos en el Parque da Cidade. En la plaza vi a un hombre sacar a pasear a su tristeza de todos los días, y también a su perro; miré hacia un balcón del casco histórico, donde​ una abuela saludaba sonriente entre la ropa tendida a un grupo de turistas que le tomaba fotos a los azulejos decorados de las fachadas; miré hacia una roca grande de la costa, donde el sol alumbraba el amor eterno de una pareja de cincuentones sentados frente al mar, mientras un pescador solitario aguardaba el botín con la paciencia y el entusiasmo del primer día. Así de decadente es Oporto.