viernes, 26 de febrero de 2010

Pequeñas diferencias

En España, muchos términos poseen un significado, sino opuesto, bastante diferente al que tienen en la Argentina y en muchos otros países hispanoparlantes. Uno de ellos es el curro, que aquí es sinónimo de trabajo y en mi país es el equivalente a la estafa, o bien, a la labor que uno realiza sin mucho esfuerzo y que por ella percibe una remuneración en algunos casos excesiva. Aquí en Madrid se puede currar a destajo y con eficiencia de camarero, de bancario y de presidente y obtener, respectivamente, muy buenas propinas, excelentes sobresueldos de estímulo y una reelección exitosa, cimentada en una colosal aceptación popular. En cambio, en Tucumán se curra, lo que es muy habitual, en la función pública, lo cual sugiere que el empleado puede no haber asistido ni un día a la oficina y cobrar religiosamente su salario mensual. O sea, un ñoqui.
Para qué hablar de la célebre diferencia entre el coger español -tomar o alcanzar algo, agarrarlo- y el coger argentino -realizar el acto sexual-. En una entrevista televisiva, el actor bonaerense Federico Luppi, que reside aquí desde hace varios años, apuntó que en España se puede coger todos los días un ómnibus, algo que en la Argentina sería surrealista.
En estos días he escuchado con interés que el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero analiza no subir los sueldos de los funcionarios, a contrapelo de lo que se había acordado; una medida para hacer frente a la crisis financiera que agobia a las cuentas públicas. ¡Qué bien!, me dije, y pensé en lo bueno que sería que se tomara una decisión similar en la Argentina. Pero al dia siguiente observé desconcertado que varios sindicalistas españoles salieron a quejarse y a repudiar la iniciativa. Me enteré luego que los funcionarios aquí son todos los empleados estatales; es decir, la secretaria de un subdirector, el ordenanza, el cocinero, etcétera. En la Argentina, el vocablo es atribuible sólo a los jerárquicos de la administración pública: un secretario, un legislador, un ministro.
He leído en una pared un grafiti, Contra el paro, ¡asociación!, firmado por la Unión General de Trabajadores (UGT), la central obrera española, equivalente a la CGT argentina. Qué grado de desarrollo alcanzó este país, pensé, si los sindicatos se oponen a las protestas. Pero no. Resulta que paro en España es sinónimo de desocupación, a diferencia de la Argentina, donde significa huelga. Aquí también se llama paro al seguro de desempleo que cobran quienes han sido echados de su trabajo.
¡Qué clase de personas viven en tu ciudad, que organizan estas cosas!, le reprochó indignado un español a un amigo de Pier Barakat, mi compañero peruano del Programa Balboa. El amigo le había comentado al español que para un fin de semana estaba previsto organizar una pollada bailable con niños. Pier me explicó: en Perú la pollada es una reunión en la que se come pollo y los españoles le llaman polla al pene, o sea que aquí una pollada bailable con niños no sería una reunión tan cariñosa.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Lenguas españolas

Junto con el castellano, que es la lengua oficial del Estado español, otros tres idiomas son reconocidos por la Constitución para su uso en determinadas comunidades autónomas: el euskera (País Vasco y Navarra); el catalán (Cataluña, Islas Baleares y Comunidad Valenciana, donde, según el Diccionario de la Real Academia, la variedad del catalán recibe el nombre de valenciano) y el gallego (Galicia). Pero, si se contaran también los dialectos autóctonos que se hablan, los idiomas en España, un país que habitan casi 46 millones de personas, serían 13. En la foto (clickear para ampliarla), un envase de queso en fetas en el que los ingredientes están escritos en las cuatro lenguas españolas preponderantes.

domingo, 21 de febrero de 2010

Fútbol champán

Nessun dorma! Nessun dorma! Tu pure, o Principessa, nella tua fredda stanza... La voz de Luciano Pavarotti no resuena en La Scala de Milan ni en el Metropolitan de Nueva York, sino en el Santiago Bernabeu de Madrid. La magestuosa aria del acto final de la ópera Turandot de Giacomo Puccini revela la retórica de espectáculo deportivo que manejan los madridistas: la grandilocuencia, la pompa, en un estadio elite. El Real Madrid recibe al Villarreal, en un partido de la liga española. Con Juan Torres, mi compañero brasileño del Programa Balboa, nos ubicamos en la sexta bandeja, el gallinero. ¡Y se ve bien! El Bernabeu es de esos recintos en los que desde cualquier lugar se ve bien. Minuto de silencio en memoria de un dirigente fallecido. El público se calla y muchos se ponen de pie, en señal de respeto. El minuto de silencio no es otra cosa que un minuto de silencio en este caso: todo el mundo, mudo, de verdad. Termina el homenaje; aplausos y el partido, por comenzar. Las canciones de la barra brava -de corte fascista, franquista- son inentendibles. La cancha es magnífica, dibujada. El verde del pasto parece tonificado con Photoshop. Hay 22 jugadores y el árbitro. Nadie más. Empieza el juego. Casi no se escuchan silbidos; sólo algunos, como una forma reprender las decisiones del referí. Juan, fanático del Flamengo, se sorprende porque el público aplaude las buenas jugadas. Todas: las del Madrid y las del Villarreal también. La estrella, Cristiano Ronaldo, clava un golazo de tiro libre. 1 a 0. Penal a favor del local. Eh, eh, eh, eh, eh, eh, eh, eh, eh, eh... ¡gooooooooooooooooool! Es de Kaká. 2 a 0. ¡Cómo joden con las cornetas!, pienso, mientras en el campo Marcos Senna se prepara frente a la pelota para patear un tiro libre. Gol. 2 a 1. El público se inquieta. ¡No te líes! ¡Que la pierdes!, se queja un madridista. El merengue desaprovecha varias chances y, de contragolpe, el visitante comienza a acechar el arco de Iker Casillas. En el entretiempo aprovecho para ir al baño. Carteles publicitarios electrónicos; televisores que transmiten el partido en vivo y escaleras mecánicas. En los vestuarios hay jacuzzis... Arranca la segunda parte. A los pocos minutos, gol de Gonzalo Higuaín, con el pie derecho, tras una acción colectiva. ¡Cómo juegan estos tíos!, se entusiasma otro hincha del Madrid. Demostración de jogo bonito del anfitrión. Desconcierto del visitante, hasta que inesperadamente arma una jugada de asociación y el brasileño Nilmar anota el segundo tanto. Vuelve el suspenso; no el frío: estufas gigantes contrarrestan los crueles cuatro grados de temperatura. Cinco minutos después, Higuaín de nuevo alivia a Manuel Pellegrini, con un segundo tanto. Y luego, Kaká amplía la diferencia con otro gol, de zurda. El entrenador lo premia y lo reemplaza por el ídolo, Raúl. La frutilla del postre. La multitud lo ovaciona. Es la gloria. Penal para el Madrid. ¡Raúl! ¡Raúl! ¡Raúl! ¡Raúl! ¡Raúl! ¡Raúl!, reclaman los madridistas. Pero al penal lo patea y lo convierte Xabi Alonso. 6 a 2. El submarino amarillo está hundido. Pitido final. Suena la marcha del club blanco: ¡hala Madrid!, ¡hala Madrid! Noble y bélico adalid, caballero del honor. ¡Hala Madrid!, ¡hala Madrid! A triunfar en buena lid, defendiendo tu color... horrible, pero es su himno. La hinchada lo canta alegre y se va exaltada. Y los forasteros, también: ocho goles y el deleite de los cracks en acción, en el gran coliseo del fútbol.

Punto para Cristina

Los que me conocen saben que no simpatizo con el kirchnerismo. Pero hay algunas medidas, como la estatización del sistema jubilatorio, por caso, y tomas de posiciones claras de este gobierno que me tranquilizan, me conforman, me alegran y me entusiasman. Por ejemplo, la decisión, mediante un decreto que firmó la Presidenta, de vedar la exploración de hidrocarburos que Gran Bretaña autorizó en la zona de las Malvinas. Según la resolución, todo buque o artefacto naval que se proponga transitar entre los puertos continentales y las islas deberá solicitar una autorización previa al Gobierno argentino. En los últimos 28 años, ningún presidente argentino -fueron ocho, contando los interinos- ha encarado una acción tan firme en torno del reclamo de la soberanía sobre el archipiélago -del que Gran Bretaña se adueñó deliberadamente y que mantiene ocupado desde 1833-, y tan correcta desde la óptica diplomática, porque junto con ese decreto se ha ratificado la disposición del Estado argentino a un diálogo pacífico con Londres para solucionar el diferendo; una anacrónica situación colonial, como la definió el canciller argentino, Jorge Taiana. Un planteo inquebrantable y civilizado. Un planteo justo. Punto para el Gobierno nacional, el de Cristina Fernández de Kirchner.

viernes, 12 de febrero de 2010

El hombre alto

En estos días he retomado la lectura de El cuaderno gris, de Josep Pla. Es un dietario escrito entre 1918 y 1919, de seiscientas y pico de páginas. A menudo me da la sensación de que no hay párrafo que tenga desperdicio. Por ejemplo, uno en el que el autor describe físicamente a su amigo Alexandre Plana. Dice: es un hombre alto, muy alto -tan alto que se diría que si algún día mirase a suelo tendría vértigo-. Tiene un aire hierático, parsimonioso, lento, en toda su persona. Es un estático. Esto no es debido a ninguna determinación deliberada: es debido a su altura. Es tan largo que parece estorbarse un poco. Siempre hay una parte de su cuerpo que no sabe dónde poner. Tiene que ir con cuidado de no tropezar. Por eso siempre mira adelante... tiene la cara ligeramente picada de viruela. Sus ojos, de un azul grisáceo, más que ojos de soñador, son los ojos de un hombre un poco cansado de soñar.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Madrid, capital del ambiente

Desde hace 10 días vivo en Madrid. Estoy aquí realizando el IX Programa Balboa para Jóvenes Periodistas Iberoamericanos. Mi amigo Diego Jemio me ha recomendado leer el libro Madrid, del periodista catalán Luis Carandell, entre cuyos capítulos he descubierto descripciones de esta ciudad que me gustan. Por ejemplo, que ser de Madrid consiste muy a menudo en no ser de Madrid o que Madrid prohíja a los forasteros dejándoles que sigan siendo lo que eran cuando llegaron. En la introducción, el autor -a pesar de que las mínimas por estos días están bajo cero- define a Madrid, con buen tino, como la capital del ambiente: 'a mí me gusta Madrid por el ambiente', se oye decir con cierta frecuencia. Y aunque no se sabe exactamente lo que eso significa, hay que reconocer que es verdad, que lo bueno de Madrid es el ambiente. En sus cuatro siglos de vida capitalina, Madrid ha sido capital de muchas cosas. Capital de un imperio, capital de una nación, capital de la gloria, capital de la movida, capital europea de la cultura y hasta se la ha llamado 'la capital del mundo'. Pero nunca ha dejado de ser, si puede existir este título, la capital del ambiente.

martes, 9 de febrero de 2010

Nueve ingredientes para ser feliz en la redacción

Pilar Cambra, experimentada columnista del periódico económico Expansión, ha elaborado una lista de nueve ingredientes para ser feliz en una redacción. Aquí van, en la voz de la propia periodista, según su exposición en la última clase que brindó a los becarios del IX Programa Balboa para Jóvenes Periodistas Iberoamericanos.

1) Trabajar con amigos. Hacer amigos de aquellos con los que trabajo. Hay que interesarse, no de una manera violenta y brutal, pero sí discreta, de los problemas que ellos tienen; no sólo de los laborales, sino –más bien- de los personales; porque detrás de alguien que te dice que no puede más o que esto lo está matando hay un problema personal.
2) Defender con uñas y dientes que no tenemos un horario que cumplir, sino una tarea que realizar. En este sentido, también se debe ser exigente con el ideario de la empresa; es decir, demandar qué intereses defiende la empresa y por qué los defiende, y saber aplicar la cláusula de conciencia las veces que sea necesaria.
3) Presentarse como voluntario con frecuencia. Pero ojito: sólo para aquellos trabajos y misiones que sabemos que podemos hacer bien, y no para las cosas que nos desbordan, porque eso puede ser tu tumba. Si se es hipotenso o hipotensa, como yo, está claro que es imposible gozar de lucidez mental si no has tenido una buena noche y te has debido tomar tres cafés en tiempo récord. En ese caso, ofrecerte para una misión a las 8 de la mañana no es recomendable.
4) Preguntar, preguntar y preguntar. Preguntar no es humillante. ¡Nunca! ¡Jamás lo es! A los veteranos les gusta practicar esa misericordia que es enseñar al que no sabe. De modo que preguntar es a menudo un favor que se hace, por lo menos a esta gente. Pero hay que distinguir entre la curiosidad sana y malsana, entre la oportuna y la inoportuna: en la hora de cierre, no puedes ir a preguntar a los gritos: ‘¡oye! ¿No has encontrado un anillo en el lavabo? O bien: ‘¿puedes leerme este texto que acabo de terminar?’. Puede ser hasta peligroso.
5) Sugerir e inventar. Uno no puede ser el enano mudito de Blancanieves en la redacción. Un poquito de espíritu de aventura para no ser mañerista (sic), sino periodista. Si tú te aburres en la redacción, aburrirás a los lectores.
6) Sube y baja, como el nombre de la película de Cantinflas. Este trabajo es así: yo he hecho pies de fotos hasta el hartazgo. Yo he hecho Deportes. Yo he hecho Sucesos (Policiales). Y me he divertido mucho. Creo que a todos nos conviene pasar una temporada en el infierno, en el anonimato. Estos períodos te enseñan que tú eres lo que el medio es. Es decir, un día puedes ser el lucero del alba en el firmamento, y al día siguiente simplemente nada.
7) Estar siempre en contacto con la vida. Las nuevas tecnologías han convertido a los periodistas en burócratas, y los periodistas no debemos ser oficinistas. Lo que sucede no está en Wikipedia: ocurre en la calle, en las tiendas, en las revistas y, sobre todo, en las conversaciones con personas que no son periodistas. Hay que evitar encerrarse en el gueto profesional.
8) Cuidar nuestra propia vida. Aunque el trabajo se lleve la mayor parte de nuestro tiempo, la verdad está ahí fuera. Opino que, si en algún momento debemos optar entre ascender de puesto y mantener la vida privada sin recortarla, la vida de la familia, de los amigos, de las aficiones, yo elegiría ceder la propuesta laboral en vez de menguar la cuota personal. La empresa no tiene corazón ni alma, y cuando a ella se le ocurra estarás en la calle. Y tu marido o tu mujer, y con razón, también pueden abandonarte si pones el trabajo, o la ambición, por encima del resto.
9) Por muy precaria que sea nuestra situación debemos apostar siempre por lo óptimo: la verdad, la bondad y la belleza. No debemos de vendernos por un plato de lentejas, por más que lo necesitemos. La pasaremos muy mal en muchas ocasiones, pero dormiremos tranquilos. Más vale vender helados en un carrito.

Yo he agregado un ingrediente más: para contrarrestar el sedentarismo y la ingesta irresponsable, conviene siempre hacerse tiempo para practicar un deporte y, en lo posible, tratar de comer siempre sano y en horario. Advertí en la clase que mi vida no es el ejemplo adecuado para este ingrediente (como a destiempo y fumo 20 cigarrillos diarios, además de que no practico ninguna disciplina física con regularidad), pero creo que es bueno ser consciente de ese déficit y saber diagnosticarlo para sentirse mejor, en la redacción y en la vida en general.

jueves, 4 de febrero de 2010

El marrón

La periodista Pilar Cambra, redactora jefa del periódico español Expansión, ha dicho en su primera clase a los becarios del IX Programa Balboa para Jóvenes Periodistas Iberoamericanos que en las redacciones se escucha de vez en cuando a algún cronista murmurar con fastidio: ya me ha caído el marrón. Y explicó: el marrón es el trabajillo que le dan a fulano, que se lo pasa a otro fulano, que se lo encarga a mengano y así, como una pelota. El que nadie quiere hacer; la crítica de un libro cuyo autor es amigo de tu editor o el lugar en el que se realiza un copetín para celebrar algo que no le interesa a nadie. Eso es el marrón. Es bueno, siempre que te haya caído el marrón, avisarle a tu jefe que harás el trabajo, pero que no eres ningún tonto. Aquí, en Madrid, comienzo a confirmar que el diarismo en España no es muy diferente al de la Argentina.