lunes, 28 de julio de 2008

La base está

Les acerco un concepto esperanzador sobre el periodismo que escribió Ernesto Schoo y que se publicó ayer en La Gaceta Literaria.

Consejos para los jóvenes periodistas

Cuando se acaba de cumplir ochenta años y se llevan a cuestas cincuenta y cinco de profesión, es inevitable que nos pidan consejos para los jóvenes novicios. Una salvedad previa: los cambios tecnológicos -la computación, la informática, el correo electrónico- están conduciendo a cambios de comunicación y percepción tan radicales, tanto desde el punto de vista del emisor como del receptor, que acaso mis palabras resulten obsoletas. Creo, sin embargo, que algunas cosas no cambian: yo aconsejaría no perder nunca y cultivar siempre, enfáticamente, la curiosidad y el entusiasmo. Y, al margen de aquellas noticias que exigen una seca precisión en los datos, abordar siempre el texto como si se estuviera contando un cuento. Que es lo que el lector quiere, lo que todos queremos: que nos cuenten un cuento para entender el mundo y entendernos a nosotros mismos, y para saber que no estamos del todo solos y desamparados en el espacio cuyo silencio eterno espantaba a Pascal: que alguien nos acompaña y nos cuenta una historia antes de dormir.

martes, 22 de julio de 2008

Crónica de una cobertura excitante

El día siguiente de la sesión del Senado que concluyó con el desempate del vicepresidente, Julio Cobos, se publicó en La Gaceta.com una crónica que me habían encargado acerca de cómo siguieron los periodistas de todo el país la maratónica jornada desde los salones Azul y de las Provincias. Aquí va.

Hace unas horas, cuando todavía era de noche, el Congreso fue lo más parecido a una Marmicoc. Los taxistas no llevaban a nadie hasta la zona. Allí, en la plaza, cientos de manifestantes oficialistas, con fuegos artificiales, pancartas y banderas, observaron la sesión por medio de pantallas gigantes y pasaron de la algarabía a la confusión, a la desolación y a la rabia, secuencia que a la inversa se vivió a cinco kilómetros de distancia en Palermo, donde ruralistas y opositores observaron el debate.
Las 18 horas y 50 minutos de discusión fueron seguidas por periodistas, por funcionarios y por personal del Senado en medio de una maraña de rumores y de idas y venidas. En el majestuoso palacio parlamentario muy pocas personas podían pasar al recinto y a los palcos. Inclusive, buena parte del personal de la Cámara Alta también tenía limitados los accesos. “Menem se va a la mierda. Dicen que está con mucha fiebre y no va a estar para la votación. Cagó la oposición”, vociferó un acreditado del Congreso a las 9 de la noche. Más tarde, finalmente, habló Carlos Saúl. A punto de comenzar su discurso, la aparición del dos veces ex presidente en las pantallas gigantes ubicadas en los salones Azul y De las Provincias provocó un ¡uuuuuuuhhhhhhhhh! de asombro generalizado, y algunas risas socarronas como las del cronista de CQC, Clemente Cancella. Después, durante toda la alocución, el silencio fue sepulcral.
“Aparecio Rached!”. Del recinto llegaban las noticias por SMS a los celulares. “llgó Sadi” (sic). Con ellos, el oficialismo sumaba 37 votos, y le ganaba a los 34 votos opositores, descontando la ausencia de Menem.
En el medio, llegaban de visita algunos funcionarios, como la diputada kirchnerista Diana Conti que, distendida y convencida de la victoria, fumaba un cigarrillo blanco y finito e intercambiaba bromas con sus asesores mientras concedía entrevistas. Afuera, sonaban bombas de estruendo y una multitud gritaba y cantaba en apoyo al Ejecutivo nacional.
Cerca de la medianoche la televisión tiró la bomba de que la votación estaría empatada en 36. “¿Qué pasó ahora?”, preguntó un movilero desesperado y hastiado a sus colegas, justo después de haber salido al aire diciendo que el oficialismo ganaba con 37 votos. “Rached se dio vuelta. Lo llamó Alfonsín. Y Menem ya sabemos que se queda. Están en parda”, le respondieron, en lenguaje truquero.
Revuelo. Quedaba todavía casi una decena de oradores. El calor iba en ascenso en la Plaza de los dos Congresos. Adentro, también. Hablaron la ultraopositora Chiche Duhalde y el ultrakirchnerista Nicolás Fernádez. Los cronistas tomaban nota y un enviado infiltrado de Guillermo Moreno exclamaba frente a las pantallas gigantes: “senadores, respeten la democracia”. Un muchacho vestido con un ambo negro repartía entre los periodistas una publicación oficialista: “Revista Ka”.
Las ojeras eran cada vez más grandes. Los techos eran altos, pero el humo del cigarrillo igualmente logró imponerse en el ambiente. Habló Sanz. Habla Pichetto. La definición está al caer.
Otro ¡uuuuuuuhhhhhhhhh! generalizado y risas, cuando apareció el 36 a 36 en la pizarra electrónica. Afuera el bullicio era ensordecedor y las banderas y las pancartas estaban cada vez más altas. “Por nuestros hijos, por nuestra patria, ni un paso atrás”, decía una que pertenecía a Madres de Plaza de Mayo.
Cobos tomó el micrófono. Lo acomodó 100.000 veces. Lo constriñó, lo dobló, lo movió. Era su más próxima e inmediata descarga. “No me gustaría ser el micrófono del vicepresidente en estos momentos”, decía una movilera, entre nerviosas risas. Muchos temblaban. Otros se comían las uñas o se revolvían el pelo o no paraban de fumar. “Mi voto no es positivo”. Final de la sesión. Todos, afuera. Militantes K intentaban derribar las vallas. Se rearma el cordón policial. Los senadores y Cobos se retiraban por la puerta de atrás. Caían piedras. Todos, adentro, de vuelta. Se rompieron algunos vidrios del edificio del Senado. Después, las banderas y las pancartas desaparecieron. La multitud se desconcentró. La calma volvió al lugar. Pero la tensión continúa.

lunes, 21 de julio de 2008

El que esté libre de pecados…

El silencio proverbial del inicio de un viaje largo y nocturno en colectivo hasta Buenos Aires se interrumpió ni bien pasaron diez minutos desde la partida de la terminal de ómnibus de Tucumán. ¡Pum! ¡Crrrrrrasshhh! Murmuros. Un pasajero que estaba sentado en un asiento del medio del colectivo se levanta ileso pero aturdido, absorto. Desde la banquina alguien había arrojado un cascote de ripio, que impactó y destruyó una de las ventanas del vehículo.
Los azafatos no habían tenido tiempo de pedirnos a los clientes que cubriéramos las ventanas con las cortinas para evitar este tipo de siniestros. Siempre lo hacen. En cada viaje. Pero esta vez ocurrió de antemano. A mí es la primera vez que me pasaba.
Después del incidente, el colectivo nunca se detuvo hasta que llegamos a la base logística de la empresa de viajes. Allí unos operarios terminaron de destruir en pedazos lo que quedaba del ventanal, dejando perfectamente libre el rectángulo para empotrar otro vidrio. La enmienda demoró unos 35 minutos.
Me decía Santiago, mi colega con quien viajé por una cobertura para La Gaceta, que probablemente se trató de asaltantes en un intento de robo. No sé. Tal vez el propósito haya sido sencillamente el de hacer daño. Lo cierto es que no sólo fue un gran susto tener que esperar, sino un padecimiento.

Igualmente, el mayor garrón fue lo que tuvimos que ver en la tele: “El increíble cuerpo humano”, un documental de la National Geographic. Realmente hubiera preferido un policial yanqui de los 80, barato y predecible. Me calcé los auriculares y me dispuse a escuchar música española para pasar el mal trago. Contamíname, pero no con el humo que asfixia el aire. Ven, pero sí con tus ojos y con tus bailes…

sábado, 12 de julio de 2008

Reflexión de Josep Pla sobre el orden

En “El cuaderno gris” figura otra definición del escritor catalán Josep Pla que me ha resultado particularmente acertada. Se la leí hace unos días a mi amiga Maby Sosa para justificar el pintoresco orden de su departamento, en el que estoy alojándome durante estos días hasta que me entreguen el mío. En la casa, la presencia de mi madre es visible por todas partes. Sospecho que si pudiera ordenaría hasta los sentimientos (...) El orden tiene esto de malo: paraliza, admira, invita a no tocar nada. Invita a dejarlo todo para mañana. Dejar una cosa para mañana es dejarla para siempre.

miércoles, 9 de julio de 2008

Diálogo por celular

Un hombre camina por la vereda de Bonafide, en San Martín al 600, mientras habla por celular, aparentemente, con su mujer:

- No, mi amor, voy a llegar a la casa enseguidita nomás. Hoy quiero verlo a Tinelli ya bañadito, limpito... tranquilo. Y no quiero que nadie me hinche las pelotas.

viernes, 4 de julio de 2008

Publicidad exagerada


¿Por qué el mega evento del siglo? ¿Una exposición jurásica y otra de animales constituyen el gran acontecimiento del siglo? ¿De cuál siglo? ¿No bastan los ejemplares que hay en el Lillo? ¿Dinosaurios reales? ¿No se habían extinguido hace miles de años ya? ¿Por qué ese afán por la pedantería en las publicidades? ¿Por qué no aprovechan semejante afiche para atraer al público de otra forma? Ya fui al Lillo y a varios zoológicos y vi las Jurasic Park, y no sé. Difícilmente otra muestra me resulte más atractiva que lo que ya vi. Encima, la entrada cuesta 10 pesos.

martes, 1 de julio de 2008

Reprimendas de madres a hijos en España

* Viaje en colectivo desde la ciudad hasta las sierras madrileñas:
Niña (de unos seis años): Anda, dámelo un segundo.
Madre: ¡No, porque tú pierdes todo lo que te dan!
Niña: Si te lo pierdo, te compro uno nuevo con mi paga.
Madre: No, he dicho. Y estate quietecilla, ¿eh?

* Niño de unos tres corriendo en la vereda de la avenida principal de Granada:
Madre: ¡Enrique, Enrique, ven aquí!
(El niño siguió corriendo sin hacer caso)
Madre: ¡Parece que este niño no tiene pai ni mai!

* A la salida del zoológico de Casa de Campo, en Madrid:
Niño (con cara de conpungido): Perdona...
Madre: Perdona, perdona... ¡Carlos Perdona te voy a empezar a llamar, porque es lo único que te oigo decir todo el tiempo!