martes, 31 de marzo de 2009

Bongo, bongo, bongo, bongo

Duda: ¿por qué ahora que estamos en emergencia sanitaria en Tucumán todo el mundo canta Dengue, dengue, dengue, dengue, en la misma melodía de Ese es el bongo bongo, del Monstruo Sebastián?

lunes, 30 de marzo de 2009

Una Babel de trinos

Hay artistas que, da la sensación, llevan la música en la sangre. Con mi amiga Maby Sosa fuimos a ver a Rubén Rada con Javier Malosetti dos veces, una en La Trastienda (Buenos Aires), con nuestro amigo Diego Jemio, y la otra en la plaza Independencia (Tucumán). La segunda vez estuve más cerca del escenario y me di cuenta de que el Negro es de esos músicos: cierra los ojos; independiza las manos, que marcan el ritmo, del cuerpo, que se menea sincopadamente, mientras juega con agudos y falsetes y hace muecas con la cara y cierra y abre los ojos. Rada se adueña de la música. La música sin él sería diferente. Lo mismo ocurre con otros -pocos- artistas, tales como Charly García, Caetano Veloso o Daniel Barenboim. No conocí a Gustavo Cuchi Leguizamón, pese a que canté obras de él en el coro y lo hacemos a menudo cuando organizamos guitarreadas con mis compadres. No lo conocí pero imagino que también debe haber sido de esos músicos. Escuché un disco de él y leí una anécdota que escribió para La Gaceta Roberto Espinosa, que creo que confirma mi suposición.

Se paró en el ombligo de la plaza Urquiza. Cerró los ojos. Hizo un silencio. Comenzó a silbar hasta convertirse paulatinamente en una suerte de “Cuchi chalchalero”. A los pocos minutos los pájaros lo rodearon. Se le subían a los zapatos. Los más osados se posaban en los hombros. En la cabeza, abriéndole surcos en la gomina. Una Babel de trinos y alados saltimbanquis alborotaban el mediodía. “Ahora nos vamos a divertir un poco”, dijo. Empezó a silbar un poco más abajo del tono. El desconcierto se apoderó de la turba emplumada, mientras Gustavo Leguizamón carcajeaba con fervor. Corría el año 88. Media hora antes, en el entusiasmo de la entrevista, el pianista y compositor salteño había sugerido: “la Universidad, que tiene una Escuela de Música tan importante, debería tener un taller de pájaros para que sus alumnos aprendieran de la observación y la escucha. Cuando era chango, mi mama tenía una pajarera y por áhi, se le callaba un chalchalero. ‘Si me das un peso te lo hago cantar’, le decía y ganaba la apuesta. Yo me pongo a silbar y los tengo al ratito a mi alrededor...”. Viendo mi expresión de asombro, dijo: “¿que no me creís, Espinosín? ¿Dónde hay una plaza cerca?”. Rumbeamos a la Urquiza. En el camino, lanzó varias carcajadas: “Alguien definió la música como la combinación de los sonidos. Vino otro y le agregó los silencios. Hasta que llegaron los rockeros y le pusieron los ruidos”. La música no necesita de palabras para comunicar, para desencadenar sentimientos, estados de ánimo, sensaciones, no sólo entre las personas. Tal vez porque todos tenemos un coyuyo en el corazón.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Bien por Hebe

La líder de las Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, le respondió con dureza a la conductora de TV Susana Giménez, que pidió la pena de muerte para los delincuentes y dijo que la colimba garantizaría más seguridad y ayudaría a sacar a los jóvenes del paco. ¿Cuál es nuestra seguridad con estas vedettes, que son más putas que vedettes, que se atreven a hablar de derechos humanos cuando bailaron y se acostaron con todos los represores? Y si Susana le hubiera acertado al amante que tenía (por Huberto Roviralta) con el cenicero en la cabeza y lo hubiera matado, ¿qué? ¿Habría que haberla matado a ella, entonces? ¿Por qué no piensan en lo que dicen? Porque en vez de cabeza tienen un maní. Lo único que tienen son tetas y no son de ellas, dijo Bonafini. Estas vedettes tienen el mismo justificativo que tuvieron para matar a nuestros hijos. Decían ‘está bien que los maten, son terroristas’ y ahora dicen que hay que ‘matar a todo el que mata’. Abrámosle la cabeza a la gente, que ven a los pelotudos como Sandro apoyando la pena de muerte. Que no jodan porque cuando mataron a nuestros hijos, siguieron ganando guita y estaban con los milicos, dijo la Madre de Plaza de Mayo. Hebe de Bonafini siempre es dura, pero lejos está de la locura que muchos le atribuyen. Y fue la única que se animó a a contestarle a toda esta sarta de tilingos poderosos como Susana Giménez, Sandro, Tinelli y Spinetta, que aprovechan su popularidad para decir elegantes barbaridades que la gente compra. Por personajes como estos estamos como estamos.

lunes, 16 de marzo de 2009

Frases que suenan feo

• ¡Eh, mermá el volumen, ura!

• Mmm, ‘ta loco el olor a garra que tiene este culiao.

• No la toco ni con un palo a la gorda arrecha esa.

• ¡Dejá de jodé’! Cómo so’ de hurgueto, ¿no?

viernes, 6 de marzo de 2009

Te amo, te odio, dame más

Disculpá mi ingratitud, pero insisto: no te quiero más. He forjado con vos una relación que ya no controlo. Por eso, necesito dejarte. Pero no puedo. Estás conmigo todo el día; todos los días. Y a la noche, en la oscuridad de mi habitación, sos el único que me comprende. Cuando te vas, me dejás calientes los labios; me quitás el sueño y me das sed. Me acompañás. Me hacés pensar. Me cagás la vida. Esta semana he intentado cerrarte las puertas para siempre. Es imposible. Cómo me gustaría que nos viéramos menos. Que no me hieras tanto. Que no seás tan absorbente. Que me dejés tranquilo. Que respetés mis tiempos y mi entorno. No te importa nada. Si hasta te hacés el pícaro y, de vez en cuando, transgredís la ley. Te cambiaste la ropa y el perfume, pero seguís siendo igual: un insensible. Vengo prometiéndoles a mis amigos, a mi familia y a mí mismo que te voy a abandonar. Que voy a mudar de aires. Pero es en vano: me gustás mucho. Vamos de vuelta, cigarrito querido. El último, antes de dormir.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Cómo creo que debe ser una buena crónica

Una buena crónica debe ser como un gol de cabeza, después de una jugada de pizarrón. Como una carne a punto o unos fideos al dente. Como una obra cantada con emoción, sin calar ni subir, con un manejo sutil de la dinámica y discreto del vibrato. Como una discusión sin cesiones ni exabruptos, pero con los puntos sobre las íes. Como un castillo de naipes de tres pisos, no más, aunque firme. Como un escote atrevido; no pornográfico. Como un próspero panal de clase media, sin abeja reina. Como ganar la partida con un póquer de sietes, o con 30 el envido envido. Como un zurcido fino. Como bailar un tango sin besar, pero quedar a un paso de hacerlo.