Me pide usted que hable de mi arquitectura, de mi vida, de aquello que me agrada y de lo que me hace sentir triste. Y voy a tratar de satisfacerlo en pocas palabras.
Me gustaría decir que la arquitectura no es lo importante, a pesar de que me ha hecho permanecer ligado a la mesa de dibujo durante sesenta años. Lo importante para mí es la vida, los amigos, este mundo injusto que debemos convertir en un mundo mejor.
Hago solamente aquello por lo que me siento atraído, con la mayor libertad, convencido de que la arquitectura es, antes que nada, invención. Además, creo en la intuición, viendo la creación arquitectónica como una cosa muy personal e intransferible. Cada arquitecto debe tener su propia arquitectura.
En lo que respecta a la vida, siempre digo que, por desgracia, soy pesimista, encuentro al ser humano frágil y abandonado, sin ninguna perspectiva. Pero la vida hay que vivirla y, puesto que estamos todos en el mismo barco, debemos vivirla codo a codo, solidarios.
El resto lo hace el tiempo y nosotros lo seguimos sin remedio. Contentos, cuando pasamos un buen momento; las mujeres son hermosas; los amigos, fraternales; cuando el cielo azul está lleno de estrellas. Tristes e indignados, cuando la vida se convierte en una madrastra cruel, la miseria crece y nuestros más pobres hermanos permanecen olvidados y sumidos en la desesperanza.
Y entonces, cuando la esperanza abandona el corazón de los hombres, la revolución se impone.
Creo, sin dudas, en la inteligencia del ser humano, en que algún día estaremos volando por el cosmos, charlando con nuestros hermanos del espacio, pero siempre haciéndonos, inquietos, la misma pregunta: después de todo, ¿qué somos?
Oscar Niemeyer, el creador de Brasilia. Octubre de 2001.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario