Esta definición del periodista Jorge Fernández Díaz, escrita en su biografía sobre Bernardo Neustadt, «El hombre que se inventó a sí mismo», publicada en 1993, me parece útil para entender algunas cosas que pasan en los medios con frecuencia hoy en día. Entender, por ejemplo, por qué Marcelo Tinelli le dedicó tanto tiempo de su muy exitoso programa, Showmatch, a una conversación en vivo y en el estudio con el intendente de La Mataza y precandidato a gobernador bonaerense, Fernando Espinoza, que no podía dejar de sonreír. O por qué hace dos años, cuando no la conocía nadie, la diputada bonaerense Mónica López, esposa de un sindicalista petrolero, de pronto es invitada a Almorzando con Mirtha Legrand, como si fuera una estrella de la política. O por qué para la radio Del Plata es noticia que el dueño de Isadora y Todo Moda, Carlos Castelli, se jacte de ser «el mejor del mundo en precio-calidad en bijouterie». O por qué C5N publica en horario central una nota sobre la visita del intendente Martín Insaurralde a las obras del jardín de infantes número 12 de Lomas de Zamora.
Mandan el dinero y el poder. Y, por desgracia, pasan los años y en las redacciones hay cada vez menos periodistas y más chivos, con astas cada vez más grandes.
Mandan el dinero y el poder. Y, por desgracia, pasan los años y en las redacciones hay cada vez menos periodistas y más chivos, con astas cada vez más grandes.
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