Quizás no haya nada más conmovedor para un niño que ir a elegir la bicicleta que le van a regalar. Es una novedad que lo embriaga, lo moviliza. Es un día de gloria. Estudiar el color, el cuadro, la silleta, los rayos, los frenos, los manubrios. Imaginarse ya en el barrio, mostrándosela a los vecinos, a los amigos, a los enemigos, a toda la cuadra. Y andar todo el día hasta que a la noche la vieja diga vení ya a comer y dejá de joder. Mañana tengo previsto ir a comprarme una bici. Con la parada de un joven profesional, me presentaré solemne ante el empleado del comercio y le contaré detalles del producto que quiero adquirir, cuáles son mis necesidades y los usos que le daré. Todo muy serio. Pero por dentro, como hace 20 años, se me saldrá chaveta del entusiasmo.
domingo, 4 de septiembre de 2011
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4 comentarios:
¿ya sabés andar sin rueditas, che?
Qué lindo post!
Pero es necesaria esa solemnidad? No es mejor entusiasmarse como un chico y mostrarlo? Me alegro que hayas vuelvo a escribir, el corchito estaba lleno de papeles amarillentos. Abrazo.
Siempre es difícil encontrar el equilibrio.
Gracias, hijita. No sé qué haría yo sin usted. Un abrazo gigante.
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