Tendré Twitter, qué… desde hace un año y medio, pongámosle. Antes de eso, y tal vez unos meses después también, si escuchaba algo sobre favear, dar un #FF, hacer un #UF, retuitear, trending topics o un hashtags, bueno, pensaba que me hablaban de algún videjuego nuevo, que nunca entendería, porque todo lo que vino después del Super Mario Bros 3, para Family, ha sido para mí incomprensible. Claro. Hoy son términos consuetudinarios, como dar la mano, invitar un café, rehogar la cebolla o prender el televisor. Qué se yo. Twitter hoy es parte de mi cotidianeidad, de mi tiempo. Inclusive, me dicen que me he vuelto un tanto adicto; pero eso es para discutirlo en otra ocasión. El caso es que esta red informativa (subterfugio para eludir la cada vez más vapuleada categoría de red social) me ha ido alejando en forma paulatina pero certera de mi blog. Este, mi querido blog. El corcho. Esta situación me ha llevado a estar más de cinco meses sin postear nada acá y ahora quiero comenzar a revertirla. De hecho, si os fijáis, he comenzado a hacerlo en los últimos días, con un par de entradas medio pobretonas, pero entradas al fin. ¡Hay vida! Hay un autor que vive. Y un espacio, la blogósfera, que ofrece una hondura y una distensión que para la gimnasia periodística, diría yo, son harto valiosas. Valiosas porque podéis desarrollar mejor las ideas, los datos y las opiniones. Si habéis dejado abandonado vuestro blog, tirao como carné peronista -como decía mi abuelo materno, Piquillín, justicialista él, en los 90-, os recomiendo sacar el plumero del armario, sentaros a pensar y escribir aunque sea unas líneas, unas que sean como esa señal vital que tal vez reencienda vuestro cuaderno web, lo haga resurgir, os invite a pensar más profundamente, a romper el corsé de los 140 caracteres y, por qué no, a probar con la ficción. ¡Con dos cojones! Perdonad, pero me he españolizado. Y no sé por qué. Pero la sugerencia va en serio.
martes, 13 de septiembre de 2011
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