viernes, 3 de octubre de 2008

¿Qué horas son, mi corazón?

En la estrellada madrugada de hoy, frente al solemne edificio del Rectorado de la Universidad Nacional de Tucumán y a la vuelta de la Comisaría Segunda de la Policía sesionaba un parlamento improvisado de trotamundos. El apetito de marihuana los había expulsado de La 470, una cueva con paredes de ladrillos a la vista y puerta vidriada pero tapada por discretas cortinas. Allí tocaban bandas locales de reggae y de ska. Yo había ido a escuchar a una de ellas, Ad Hoc, que integran tres amigos y ex compañeros del secundario. Había ido con una amiga que estaba acompañada por otra suya; la primera licenciada y la segunda estudiante avanzada de Historia. Ambas venían de beber cerveza en un antro cumbio con mesas de pool, en Barrio Sur. La ingesta había sido moderada, pero no frenó el payasesco portuñol con una pizca de tucumano básico que ensayaron para conversar con uno de los nómades, artesano él, oriundo de Río de Janeiro. Vestía una bermuda color crudo, alpargatas, un suéter largo, una riñonera de esas que van cruzadas al tórax, y un gorro de lana. “Tengo una hermana que vive allá y que es dueña de un servidor de internet. Gana mucho dinero. Me ofreció pagarme la rehabilitación en una clínica. Yo le dije que soy dueño de hacer con mi vida lo que quiera”, decía, orgulloso, indiferente. Estaba en Tucumán para visitar a su hijo, Mateo. “Por suerte está en esta ciudad, en una casa linda. Aquí no hay ni el cinco por ciento de violencia que hay en Río”, apuntaba, ya melancólico. En ese congreso callejero de bohemios se encontraba, además, un cordobés de una inconfundible tonada arrastrada, al que se lo escuchó musitar, cabeza gacha, que quería volverse a su provincia. También, un porteño de Villa Crespo, rocker él, hincha de San Lorenzo, que relataba los últimos conciertos que había ido a ver en distintas ciudades del país. “En Tucumán siempre alguien te abre las puertas. Buenos Aires es una mierda. El otro día estuve en San Luis. Me había ido a verlo al Indio (Solari). La entrada costaba 150 mangos. ¿Sabés que hice? Me compré así un trozo de merca y me fui a la casa de un chabón amigo. No lo vi al Indio. ¡Pero lo escuché! ¡Desde el patio de la casa se escuchaba todo, loco!”, exponía, con un narcótico entusiasmo y las persianas de sus ojos semiabiertas. Detrás de él, otro andarín, un centroamericano, intentaba chamuyarse a una francesa de pelo corto que no entendía nada de ese castellano playero, de ese reggaeton hablado. “Aquí vas a probar faso puro, no como en Europa, que le meten tabaco”, le decía. Ella sólo lo miraba. Después, tal vez, se perdieron para entenderse mejor. A todo esto, la amiga de mi amiga, que es de Ledesma, Jujuy, se reía del portuñol que espontáneamente se practicaba con el carioca. A su lado, una chica, tal vez la novia del cordobés, tosía, vomitaba y enseguida le hacía una seca a un cigarrillo de vaya a saber qué yerba. A lo lejos se escuchaba la interpretación de un clásico del jamaiquino más famoso. La música introdujo a todo el colorido peregrinaje nuevamente en el salón. En la vereda, a la sombra de un viejo y flaco naranjo, y entre el persistente olor a cannabis, quedaron la soledad del viajero errante y la nostalgia del sueño imposible, de la ilusión eterna.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo malo, el registro incompleto de los sentidos abotagados. Lo bueno, la situación, la charla, el animarse.
Una buena idea sería hacer crónicas nocturnas. Alguien más sobrio que registra, y el que se manda a hablar con la gente.

Maby dijo...

Qué linda crónica Juan!!! Para la próxima seguro estoy. Abrazo.

Lorena Tapia Garzón dijo...

Me encantó.

Sabrina Konz dijo...

Qué pena por ellos, qué asco lo suyo, qué triste sería verlos.
¿Encontrarán alguna vez un lugar en el mundo, ese que tanto buscan?

victoria dijo...

Maravillosa!!
Que altura, Juanjo, a explotar esas facetas que ahí hay pasta.
Del relato, una cosa me quedó gravitando: pareciera ser que Tucumán es el mejor lugar del mundo. Una especie de aleph, no?
Un beso

Anónimo dijo...

Excelente descripción de la fauna urbana compañero, me sentí transportado por su narración y recordé bizarros encuentros con esos carismaticos sujetos que uno se encuentra en la diaspora: "Maldición" (uno que hablaba con el vino), "Pucho Loco" (colgado demasiado versatil como para definirlo) y otros. También el portuñol o el espaninglish que suele desplegar Picucho de vez en cuando.Un deleite de prosa. Un abrazo

Anónimo dijo...

Gracias. Qué bueno que les gustó. Abrazos.

Anónimo dijo...

Me llevaste a ese momento!!! Muy buena crónica. Sorprendida!!!! (la flor)

Hipotálamo dijo...

¿Ves? este es el tipo de relatos que dan ganas de releer

Luis María Ruiz dijo...

Mirá, viejo... el domingo sacamos que habían agarrado a un brasilero que tenía merca en el bolsillo. Oriundo de Río, él, iba en una moto, cerca de la av. Bernabé Aráoz al 1.200. ¿Cuántas chances hay de que no sea tu amigo? jajaja

Anónimo dijo...

Por cierto, qué ganas de drogarse que le dieron a uno, je...

Anónimo dijo...

Jajaja. ¡Ta loco! Debe ser el mismo, de una. Pobre chabón. Parecía absolutamente inofensivo. Todo está dado vuelta, Luizao. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Che no sean ortivas y tirenle un centro a Roger. Ya lo dice la canción: "No drogen más al Tolo (Gallego), drogenlo a Milla".

Hipotálamo dijo...

pagar 150 pesos por ver al indio es tan estúpido como celebrar el consumo de cocaína. Taquicardías para el del patio, saludos pa tí, Juanjo querido.
PD: Si se calla el cantor?
(Alfred)