El día siguiente de la sesión del Senado que concluyó con el desempate del vicepresidente, Julio Cobos, se publicó en La Gaceta.com una crónica que me habían encargado acerca de cómo siguieron los periodistas de todo el país la maratónica jornada desde los salones Azul y de las Provincias. Aquí va.
Hace unas horas, cuando todavía era de noche, el Congreso fue lo más parecido a una Marmicoc. Los taxistas no llevaban a nadie hasta la zona. Allí, en la plaza, cientos de manifestantes oficialistas, con fuegos artificiales, pancartas y banderas, observaron la sesión por medio de pantallas gigantes y pasaron de la algarabía a la confusión, a la desolación y a la rabia, secuencia que a la inversa se vivió a cinco kilómetros de distancia en Palermo, donde ruralistas y opositores observaron el debate.
Las 18 horas y 50 minutos de discusión fueron seguidas por periodistas, por funcionarios y por personal del Senado en medio de una maraña de rumores y de idas y venidas. En el majestuoso palacio parlamentario muy pocas personas podían pasar al recinto y a los palcos. Inclusive, buena parte del personal de la Cámara Alta también tenía limitados los accesos. “Menem se va a la mierda. Dicen que está con mucha fiebre y no va a estar para la votación. Cagó la oposición”, vociferó un acreditado del Congreso a las 9 de la noche. Más tarde, finalmente, habló Carlos Saúl. A punto de comenzar su discurso, la aparición del dos veces ex presidente en las pantallas gigantes ubicadas en los salones Azul y De las Provincias provocó un ¡uuuuuuuhhhhhhhhh! de asombro generalizado, y algunas risas socarronas como las del cronista de CQC, Clemente Cancella. Después, durante toda la alocución, el silencio fue sepulcral.
“Aparecio Rached!”. Del recinto llegaban las noticias por SMS a los celulares. “llgó Sadi” (sic). Con ellos, el oficialismo sumaba 37 votos, y le ganaba a los 34 votos opositores, descontando la ausencia de Menem.
En el medio, llegaban de visita algunos funcionarios, como la diputada kirchnerista Diana Conti que, distendida y convencida de la victoria, fumaba un cigarrillo blanco y finito e intercambiaba bromas con sus asesores mientras concedía entrevistas. Afuera, sonaban bombas de estruendo y una multitud gritaba y cantaba en apoyo al Ejecutivo nacional.
Cerca de la medianoche la televisión tiró la bomba de que la votación estaría empatada en 36. “¿Qué pasó ahora?”, preguntó un movilero desesperado y hastiado a sus colegas, justo después de haber salido al aire diciendo que el oficialismo ganaba con 37 votos. “Rached se dio vuelta. Lo llamó Alfonsín. Y Menem ya sabemos que se queda. Están en parda”, le respondieron, en lenguaje truquero.
Revuelo. Quedaba todavía casi una decena de oradores. El calor iba en ascenso en la Plaza de los dos Congresos. Adentro, también. Hablaron la ultraopositora Chiche Duhalde y el ultrakirchnerista Nicolás Fernádez. Los cronistas tomaban nota y un enviado infiltrado de Guillermo Moreno exclamaba frente a las pantallas gigantes: “senadores, respeten la democracia”. Un muchacho vestido con un ambo negro repartía entre los periodistas una publicación oficialista: “Revista Ka”.
Las ojeras eran cada vez más grandes. Los techos eran altos, pero el humo del cigarrillo igualmente logró imponerse en el ambiente. Habló Sanz. Habla Pichetto. La definición está al caer.
Otro ¡uuuuuuuhhhhhhhhh! generalizado y risas, cuando apareció el 36 a 36 en la pizarra electrónica. Afuera el bullicio era ensordecedor y las banderas y las pancartas estaban cada vez más altas. “Por nuestros hijos, por nuestra patria, ni un paso atrás”, decía una que pertenecía a Madres de Plaza de Mayo.
Cobos tomó el micrófono. Lo acomodó 100.000 veces. Lo constriñó, lo dobló, lo movió. Era su más próxima e inmediata descarga. “No me gustaría ser el micrófono del vicepresidente en estos momentos”, decía una movilera, entre nerviosas risas. Muchos temblaban. Otros se comían las uñas o se revolvían el pelo o no paraban de fumar. “Mi voto no es positivo”. Final de la sesión. Todos, afuera. Militantes K intentaban derribar las vallas. Se rearma el cordón policial. Los senadores y Cobos se retiraban por la puerta de atrás. Caían piedras. Todos, adentro, de vuelta. Se rompieron algunos vidrios del edificio del Senado. Después, las banderas y las pancartas desaparecieron. La multitud se desconcentró. La calma volvió al lugar. Pero la tensión continúa.
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4 comentarios:
Muy buen relato, la verdad me dio más ganas de estar allí en ese momento de las que ya tenía. Te felicito.
Che, ¿eso salió en la web nomás?
Qué bueno, que subiste la cobertura Juan. Está buenísima la crónica, me gustó mucho. Y me causó mucha gracia Cobos, saliendo por la puerta de atrás, jajjaj, siempre esta gente se va por atrás??? Un abrazo.
La nota se publicó sólo en la web, Seba. Me pidieron que la escriba para el sitio. Gracias por el comentario.
Mabycita, en realidad Cobos se fue por la puerta de atrás junto con los 72 senadores. Creo que todos se van por la puerta de atrás.
Muy buena relato. HAce una bocha que no te veo. Abrazo desde la matris.
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