lunes, 21 de julio de 2008

El que esté libre de pecados…

El silencio proverbial del inicio de un viaje largo y nocturno en colectivo hasta Buenos Aires se interrumpió ni bien pasaron diez minutos desde la partida de la terminal de ómnibus de Tucumán. ¡Pum! ¡Crrrrrrasshhh! Murmuros. Un pasajero que estaba sentado en un asiento del medio del colectivo se levanta ileso pero aturdido, absorto. Desde la banquina alguien había arrojado un cascote de ripio, que impactó y destruyó una de las ventanas del vehículo.
Los azafatos no habían tenido tiempo de pedirnos a los clientes que cubriéramos las ventanas con las cortinas para evitar este tipo de siniestros. Siempre lo hacen. En cada viaje. Pero esta vez ocurrió de antemano. A mí es la primera vez que me pasaba.
Después del incidente, el colectivo nunca se detuvo hasta que llegamos a la base logística de la empresa de viajes. Allí unos operarios terminaron de destruir en pedazos lo que quedaba del ventanal, dejando perfectamente libre el rectángulo para empotrar otro vidrio. La enmienda demoró unos 35 minutos.
Me decía Santiago, mi colega con quien viajé por una cobertura para La Gaceta, que probablemente se trató de asaltantes en un intento de robo. No sé. Tal vez el propósito haya sido sencillamente el de hacer daño. Lo cierto es que no sólo fue un gran susto tener que esperar, sino un padecimiento.

Igualmente, el mayor garrón fue lo que tuvimos que ver en la tele: “El increíble cuerpo humano”, un documental de la National Geographic. Realmente hubiera preferido un policial yanqui de los 80, barato y predecible. Me calcé los auriculares y me dispuse a escuchar música española para pasar el mal trago. Contamíname, pero no con el humo que asfixia el aire. Ven, pero sí con tus ojos y con tus bailes…

3 comentarios:

Julio dijo...

Si ese fue un mal momento, que no se le ocurra hacer el viaje en tren.

Para más datos, tomar uno en la Estación Buenos Aires con destino González Catán. Es lo más deprorable a lo que me subí. Lugano y Casanova, lo mejor del recorrido. Y eso que tomo el bondi en Tucson a diario, imaginate.

Anónimo dijo...

El de la piedra debe ser el mismo cagetudo que se empeña en rayarme el auto. Una de las tantas actitudes incromprensibles de la fauna humana.Espero que el karma se encargue de nivelar las cosas y castigue a esos seres abzurdos. Lo que usted relata me recuerda una situación que presencié el sabádo en el boliche de Termas: dos amigos sacan a bailar a dos señoritas. un chabón local, quizas ofendido, quizas de puro pelotudo, con actitud prepotente empuja violentamente a uno de los visitantes. Ante esto, uno de mis amigos (el que no había sido empujado) saca un billete y se lo da al joven local diciendole: "Tomá vieja, te acabás de ganar cinco mangos. Que vivo que sos". Dicho esto, mis amigos se marcharon y el chabón se quedo con los $5 en la mano tratando de comprender la situación.

Anónimo dijo...

hermanito! cuando leí esto recordé mi viaje a las Cataratas hace un par de años. Me pasó exactamente lo mismo, y la verdad es una experiencia medio fea porque uno no sabe que pasa.
Ahh...y por cierto, me gusta mucho esa canción.

"CONTAMINAME MEZCLATE CONMIGO..."

Luciana.