lunes, 5 de abril de 2010

Decadencia

A Ana Cristina Pereira, la periodista oriunda del archipiélago de Madeira que me hospedó en Oporto durante los días de descanso de Semana Santa, le pregunté por qué eligió esa ciudad para vivir y trabajar después de graduarse en la universidad, y me respondió, tajante, que lo hizo porque Oporto es decadente; una decadencia —luego entendí— por oposición a la pujanza y el crecimiento que hace que las ciudades europeas sean cada vez más parecidas entre sí. Más que tratarse de un lugar que empobrece, mi colega se refirió quizás al desinterés de una sociedad por la modernidad y a cierto rechazo al esnobismo; a que los portuenses optan por vivir con lo que tienen, con amor a lo propio, sin más, con pocas ganas de cambiar. Total, ¿para qué? Caminando, noté que las personas aprovechan del río, el Duero, y a la vez el océano, el Atlántico, con plena conciencia de que son dos grandes tesoros; se suben al parsimonioso tranvía marrón y así eluden la velocidad y el caos de la calle; se siguen conmoviendo con las melodías y los arpegios nostalgiosos del fado y su guitarra de doce cuerdas, y disfrutan del encuentro nocturno en un bar clandestino, montado en uno de los tantos edificios antiguos que lucen esa derruida majestuosidad, y de comer francesinhas, beber vino dulce y corretear patos en el Parque da Cidade. En la plaza vi a un hombre sacar a pasear a su tristeza de todos los días, y también a su perro; miré hacia un balcón del casco histórico, donde​ una abuela saludaba sonriente entre la ropa tendida a un grupo de turistas que le tomaba fotos a los azulejos decorados de las fachadas; miré hacia una roca grande de la costa, donde el sol alumbraba el amor eterno de una pareja de cincuentones sentados frente al mar, mientras un pescador solitario aguardaba el botín con la paciencia y el entusiasmo del primer día. Así de decadente es Oporto.

7 comentarios:

Fernanda. dijo...

Mi envidia hacia vos se está convirtiendo en O- DIO! jajajajajajaja... qué maravilla de escenario!.
Espero muchos cafeces (anota esa palabra, Martina) a la vuelta.

Besos!.

Anónimo dijo...

Me gustó mucho su post, compadre. Quiero más. Quiero uno por cada ciudad que visite. Como lector de El Corcho, tengo derecho a exigir, ¿no? Abrazo
Diego

Sol dijo...

Uhhhh, qué lindo estar de nuevo en Oporto. Creo que esta vez fue incluso mejor que la primera. Dan ganas de que Portugal salga a conquistar el mundo...

Jex dijo...

¡¡¡Grande!!!

Martina Delacroix dijo...

Qué lindo lo que escribiste, amigo. Entrañable, como la decadencia de Oporto. Espero más entregas.
Muchos besos.

Anónimo dijo...

Qué lindo!, qué lindo!.


Luli.

acpereira dijo...

Não é só uma certa decadência. Gosto da genuinidade das pessoas. Gosto de ter rio e de ter mar e do encontro entre o rio e o mar. Gosto da névoa que se abate sobre a cidade. Gosto da forma como o casario se encavalita nas estreitas ruas do centro histórico. Mas o Porto também é modernidade. Também gosto dos concertos na Casa da Música, das exposições no Museu de Serralves ou dos passeios a pé no Parque da Cidade. Tens de voltar. ;-)