sábado, 6 de diciembre de 2008

Fresquita y burbujeante

El sifón Drago era estupendo. El envase, esa botella metálica transpirada y recién sacada de la heladera, provocaba inmediatamente unas ganas locas de beber soda. Sobre todo, en verano. Además, significaba un concepto innovador para el hogar: la autogestión de soda. La garrafa de gas se conectaba por un orificio ubicado al costado del pico; después se lo cerraba, se sacudía un poco la botella y voilà: hay soda. El otro día fui a comer un asado en la casa de un amigo y en la mesa había un sifón Drago. Me recordó a esas siestas calurosas en mi casa de la Crisóstomo Alvarez, en la que algunas veces me sentaba a tomar soda en el suelo, lo único que se mantiene frío en Tucumán cuando hace más de 30 grados.

18 comentarios:

Anónimo dijo...

El proceso de fabricación de la soda casera, en un sifón Drago, implica, necesariamente, la inclinación del envase al momento en que se introduce el gas. Además probé hacer “gaseosas”, y llené con jugos el envase. Lo máximo que logré, siendo fanfarrón, fue apenas alcanzar a la Torasso. De todos modos, mi sifón Drago duerme a la espera de que su ocioso dueño se apersona a un local que recarga las garrafitas, y lo haga.
Salud, Juanjo... Brindo con soda...

victoria dijo...

Mmmm, deliciosa. Como me gusta la soda, helada, de esa que te raspa la garganta de tan fría y te deja como sin respiración por un segundo de tanto gas. Además la infacia y Tucumán en verano... Un abrazo Juanjo

Anónimo dijo...

Me encanta la soda, Juanjo, más si es de sifón, y mi abuelo tenía uno de aluminio con la cabeza negra y se cargaba por abajo (no sé si era Drago); la garrafita era verde, pesadísima. Siempre que iba a comer a alguna casa cargaba con él y mi abuela con la garrafa, adentro de una bolsa de plástico del Súper 25. Me acuerdo del sifón como algo enorme, que inspiraba un respeto tan grande que el resto de las botellas pasaban a ser invisibles. Mi abuelo también imponía una regla, el temor de los más chicos: el que acababa la soda tenía que cargar de vuelta el sifón. Para colmo, el estruendo era espantoso, salpicaba a todos y salía totalmente inesperado porque no se veía nunca el contenido. Era buena esa soda.
Me gustó el post, no me acordaba tanto de este sifón.
besos.
Mart.

Diego Nofal dijo...

Che siempre me pregunté, el vino espumante surgió dentro de un sifón drago?

Anónimo dijo...

El sifón Drago!! Como el que tenía mi tío Florencio cuando yo era una niña... Gracias por traerme tanto recuerdo, amigo. Beso.

Bruno Cirnigliaro dijo...

Yo no se por qué me acordé del inodoro "Pescadas". Los había en mi jardín de infantes, y nunca me los pude olvidar. Si encuentran uno por ahí, avisenmé.

"Llorándole a un Pescadas su borrachera cruel"

Anónimo dijo...

Che una pregunta: ¿A ese sifón lo inventón un tal Iván?

el Rafa dijo...

Que buen recuerdo los sifones esos. El de mi casa también se carga por abajo. Era lo más esas sodas en verano.
Abrazo.

Sabrina Konz dijo...

Está bueno el recuerdo de los sifones, pero más bueno (por no decir "mejor") estaba el Iván Drago, qué bárbaro el rubio, hasta Gorbachov lo aplaudía al Rocky, qué botón, lo dejó hecho una piltrafa, yo era chiquita y lo veía en canal 10, parecía que tenían el mismo peluquero con la mujer.
Qué tiempos aquellos.

Disco Stu (Juan Rovira) dijo...

Me mataste con esa foto, juanjo. Y con el comentario, aún más. Drago,Drago por vos. Perdón, bravo quise decir por lo publicado. Abrazo.

Julio dijo...

Che, Lore, en serio tenés un tío que se llama Florencio???

Gaby Baigorrí dijo...

Hola Juanjo... muy bueno tu blog, ya soy lectora jejeje Amo la soda, pero no es lo mismo la de sifón que la de botellita, una depresión jejej Besos

Anónimo dijo...

gracias por hacer famoso mi fonsi!!!

Juan Pablo López dijo...

Alto revival... genial

Natalia J Viola dijo...

Muy bueno el post, me encantan los recuerdos...esas cosas medio viejas que te separan del mundo moderno. Recordar el sifón (o cualquier cosa de la niñez)es aceptar que hay una historia que vamos construyendo y eso me emociona...uy! me puse nostálgica.
Pero debo confesar que la soda helada me hace doler la frente...no sé porqué.
Besos, Naty

Anónimo dijo...

Julio, te confieso que me puse de pie para aplaudir tu comentario. Entre tanto texto sobre sodas y sifones, nadie prestó atención al “Tío Florencio”... Si existe tal tío, sería el segundo Florencio que conozco (bah, que sé de su existencia): el primero, en todos los aspectos, es un tal Julio Cortázar, que nació en Bruselas en febrero de 1914. Abrazos...

Anónimo dijo...

Se llamaba Florencio, era un tío abuelo que me malcriaba cuando era muy niña, y a mí me encantaba ir a tomar soda en su casa bieeeeeen antigua del barrio sur. Me regaló mi primera bici, con rueditas. Usaba unos gruesos anteojos y se peinaba sus ya pocos pelos engominados hacia atrás. Murió cuando yo seguía siendo muy niña.

Anónimo dijo...

Hermanito, te comento que aún ese sifón existe en casa. Se encuentra muy abajo de la escalera...Y hace no más de un año volvimos a usarlo hasta que se termino la garrafita de gas y nunca nadie fue a recargarla!

Luli.