jueves, 21 de agosto de 2008

La estatua móvil

Me gustó este artículo de opinión que se publicó ayer en Crítica de la Argentina, mi diario del momento. La escribió Alberto Rojo, físico y músico tucumano que actualmente es columnista del periódico de Jorge Lanata, el más nuevo de los de tirada nacional. El escrito me hizo acordar a mi colega y amigo Roberto Espinosa, que siempre recuerda que durante los años de plomo las manifestaciones culturales quedaron en el ostracismo, porque los militares no entendían el arte; no concebían expresiones o espectáculos que no fueran los desfiles oficiales o las marchas castrenses. La obtusidad era absurda, caricaturesca, cómica, como la curiosa anécdota que relata Rojo, aunque referida a un contexto espeluznante, oscuro.

Noviembre de 1976. El general Antonio Domingo Bussi entra al edificio de Tribunales, en Tucumán. Mira hacia la arboleda de lapachos en la plaza de enfrente. “¿Cómo andan las cosas por aquí?”, pregunta con una voz que imagino autoritaria y condescendiente, cuyos ecos persisten, como rémoras de un naufragio, en el tono de su llanto en el juicio que le están librando estos días. “Y cómo quiere que estén, general, si hasta Yrigoyen nos da la espalda”, contesta alguien cuya identidad nunca supe.
La plaza Yrigoyen está en el barrio sur de Tucumán, a pocas cuadras de la casa en la que crecí. En el punto de cruce de sus diagonales hay una estatua del Peludo, obra de Ernestina Azlor, con un pedestal asimétrico, que mira hacia el centro de Tucumán, dando, en efecto, la espalda a Tribunales.
Nunca supe si el diálogo, que circuló en esos días por Tucumán como tantas anécdotas bussianas, realmente existió. Lo que sí puedo atestiguar es que en diciembre de 1976 la estatua amaneció dada vuelta. La vi muchas veces, desde muchos ángulos, en las tardes que pasábamos con mi novia de adolescencia sentados en los bancos de la plaza y además desde un kiosco (que sigue existiendo) en el extremo opuesto a Tribunales, donde se vendían los que para mí son los mejores sánguches de milanesa del mundo.
Por varios meses, no puedo precisar exactamente cuántos, Yrigoyen miró hacia Tribunales, quizá supervisando las actividades de una Justicia de caricatura, a su izquierda lo que antes estaba a su derecha, dándole la espalda a su propio nombre (curiosamente está escrito Irigoyen), y quizá preocupado por no caerse del pedestal. Siempre cuento la anécdota a extranjeros cuando sale el tema del gobierno militar y de lo grotesco de sus métodos. De esos tiempos de terror hay otras anécdotas por cierto muy documentadas. Los menhires (piedras milenarias de las culturas aborígenes) de Tafí del Valle, agrupados para formar un parque turístico. Los veinte o treinta mendigos (entre ellos Pachequito, el Loco Perón que rompía ladrillos con la cabeza, el Loco Vera) que en invierno de ese año fueron empujados a un camión militar y depositados en medio del campo catamarqueño, para que no entorpezcan, se decía entonces, la visual de la ciudad ante una visita de Videla. Varios murieron de frío y hambre. Pero de Yrigoyen dado vuelta no encontré registros gráficos. Busqué la foto varias veces en muestras testimoniales del diario La Gaceta, una de ellas en el mismo aeropuerto de Tucumán. Consulté con los archivos del diario; increíblemente, me dicen que la foto no existe. Yo mismo pensé, recuerdo, en sacarle una foto, pero en ese entonces no se podía sacar fotos en lugares públicos. Una amiga periodista, ante mi consulta, fue a la plaza y consultó con el placero, quien no recordaba el giro de la estatua, que para mí representa una metáfora de metáforas. De los giros ridículos de la historia.

6 comentarios:

Lorena Tapia Garzón dijo...

Metáfora de metáforas. La misma espalda que la sociedad tucumana históricamente dio para no mirar lo que sucedió por aquellos años y justificar, ya en democracia, el regreso de un represor, torturador y asesino, elecciones mediante. ¡Qué metáfora!

el Rafa dijo...

Realmente… “metáfora de metáforas”. Seria muy copado encontrar una foto como prueba de la “movilidad” de la estatua. Y si trucamos una :P
Abrazos.

el Rafa dijo...

Consejo: saca la opción de “verificación de la palabra”.

Sabrina Konz dijo...

¡Mirá vos! Acabo de aprender algo nuevo. Realmente, sería copadísimo poder tener un registro visual de eso.
¡Cárcel común y violación perpetua a Bussi y a Menéndez!
¡No a la verificación de la palabra!
Besotes.

Aldana dijo...

Cosa anecdotica o reflexiva la verdad no tenia idea de ese giro inesperado o planeado.
Como el pueblo tucumano quiso volver a tener a alguien como Bussi entre ellos!!!!
Esperemos otro fallo historico de la justicia y que este genocida este donde se lo merece

Anónimo dijo...

Tremenda anecdota compañero. Una muestra de como el discurso militar lo decía todo sin decir nada y de como la sociedad no mira lo que no quiere ver ni recuerda lo que no quiere recordar. Me trajo a la memoria una anecdota de Ricardo Piglia, quien relata que a su vuelta a Buenos Aires en 1977,tras un breve exilio, le resultó llamativo que los militares cambiaran el sistema de señalización urbano y en las paradas de colectivos colocaran carteles que rezaban: "Zona de detención". Un abrazo