domingo, 12 de abril de 2015

Los imprescindibles

Hay colectiveros que están frente a un semáforo en rojo y te abren la puerta para que te subas, pese a que vos no estás en la parada, y son buenos; hay colectiveros que frenan para dejarte subir mientras venís corriendo y no llegaste a tiempo a la parada, y son mejores; hay colectiveros que frenan para que subas cuando estás a media cuadra o más lejos de la parada, y son muy buenos; pero hay los que paran siempre para dejarte subir, estés donde estés... esos son los imprescindibles.
Los colectiveros constituyen un barómetro para medir la cantidad de personas buenas e hijas de puta que hay en Buenos Aires. Los ejemplos anteriores entran en el grupo de buenas personas, mientras que el resto de los colectiveros, los que te hacen «no» con el dedito detrás del parabrisas, los que se encogen de hombros y abren los brazos como diciéndote «y bueno... cagate» o los que ni te miran por más que le pegués patadas a la puerta, esos son los hijos de puta. Y en esta ciudad hay muchísimos. No puede haber tanta maldad, mi amor. No puede haber tanta maldad.

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