martes, 25 de agosto de 2009

Reacciones al fallo verde

Los fallos judiciales siempre dejan satisfechos a unos y disconformes a otros. Y el de la despenalización de la tenencia de marihuana en el ámbito privado, que emitió ayer la Corte Suprema de Justicia de la Nación, no es la excepción. Por ejemplo, el gobernador de Tucumán, José Alperovich, se declaró en desacuerdo con la sentencia y dijo: ahora va a ser más fácil drogarse (vaya novedad). El porro está socialmente aceptado; se fuma en una fiesta como si nada. Es una locura, es gravísimo. Hemos invertido en salud y en deportes, y vemos que no se puede parar. Un amigo mío, en cambio, envío un mensaje de texto para festejar la resolución del máximo tribunal: Estimados: estamos ante un día histórico que será recordado por las futuras generaciones de hombres libres. Nuestros hijos podrán fumar churros en las plazas y en los parques, como vaticinara el Salmón. ¡Prended y fumad para celebrar la victoria de la psicodelia!

miércoles, 19 de agosto de 2009

Divorcio de primavera


Hoy se cumplen 40 años del último día en que los Beatles grabaron todos juntos. Ese 19 de agosto de 1969 terminaron Abbey Road. Días después se produjo su separación artística. Para siempre. El disco salió a la venta el 26 de setiembre y para fines de ese año vendió cuatro millones de placas. Entonces, John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr ya no se podían ni ver. Su último disco, Let it be, había sido grabado antes que Abbey Road, pero salió en 1970. Según me contó Roberto Delgado, un colega del diario, fanático de los melenudos de Liverpool, los primeros meses de 1969, cuando grabaron Let it be, el trato entre los cuatro músicos era ya muy agresivo y se percibía un malhumor permanente en las sesiones. Por eso no querían sacar ese disco, y lo postergaron hasta 1970. En agosto se juntaron para grabar Abbey Road y todo fue más calmo. A los tres días de haber concluido la tarea, Lennon se le acercó a McCartney y le dijo que ya no quería saber nada más. El disco es increíble.

martes, 18 de agosto de 2009

La primera dama de la canción

Hoy traje al diario un disco de temas de Ella Fitzgerald, mi preferida entre las cantantes de jazz. Sus interpretaciones son sensuales, enérgicas, justas, llenas de ternura. Su voz es de esas que conmueve con su franqueza, con su prodigiosa soltura. Entre Misty, Summertime (esa inolvidable versión con Louis Armstrong) y Beewitched, me acordé de una semblanza que escribió hace ya más de cinco años mi colega y amigo Roberto Espinosa para el portal Mundoclasico.com. El artículo es un repaso galanteado de la vida de la cantante, que como la de la mayoría de las estrellas de la música negra, no ha sido nada fácil. Ella es Ella. La primera dama de la canción.

martes, 4 de agosto de 2009

¿Una foto, señores?

Disfruto de sentarme a tomar café y de conversar en bares de esta ciudad; de esas largas sobremesas, de la polémica, de las catarsis, de los buenos momentos. Y de varios cigarrillos al sol. A menudo, aparece un hombre de entre cincuenta y sesenta años que se acerca a cada mesa y pregunta caballerosamente: ¿una foto, señores? Lo he visto en la mayoría de los bares que frecuento, cercanos a mi departamento y a mi trabajo, y no he observado a ningún comensal que acepte la propuesta. El fotógrafo ofrece instantáneas tomadas con una cámara de rollo. Un trabajo, digamos, artesanal. No soy yo de esas personas a las que lo antiguo les parece pintoresco o de las que se afanan todo el tiempo en rescatar lo demodé, pero el caso de este artista citadino sí resulta distinguido en estos tiempos. Salir a la calle a vender fotos tomadas y elaboradas con los implementos tradicionales es revindicar el oficio. La foto en papel, el recuerdo tangible, ha ido perdiendo terreno frente a los álbumes digitales, Facebook, fotologs y demás yerbas cibernéticas. Es lo que pronto pasará con la información de los periódicos, como en el que trabajo. Pienso en los ebooks, también, y me asusta un poco ese fenómeno, esos raros libros sin hojas. Deseo que la electrónica y la informática se demoren un poquito y se apiaden de lo concreto, de lo palpable; poder seguir ennegreciéndome los dedos con el diario y pasar las fotos en ronda.