domingo, 30 de marzo de 2008

Oferta, demanda o astucia


No sé si el objetivo era prometer una atención simpática de parte de los mozos; invitar a los clientes a pasarla bien o, simplemente, disimular socarronamente la falta de menú. De cualquier forma, colgar este cartel fue una buena idea de los administradores de “La San Juan”, un bar del centro tucumano. “Al fin y al cabo, si querés morfar bien, andate a un restorán; pero aquí tenemos la mejor”, deben haber pensado.

¡Puaj!


Qué cosa fiera que es la Paso de los Toros. Me refiero a la tónica. Cuando era chico hubo una época en la que todos los domingos, después de almorzar, íbamos con mi familia al parque 9 de Julio. Mientras mis viejos y mis abuelos se instalaban en alguna mesa de La Rural, mi hermana y yo nos subíamos a las hamacas o a una vuelta al mundo que había en ese bar, a la que la hacía girar un tipo de chaqueta celeste. Después de hinchar las bolas en los jueguitos mecánicos, corríamos a la mesa cagados de sed, ¿y qué había siempre para tomar? ¡Paso de los Toros tónica! Anoche, mi amiga Maby Sosa se pidió una. No sé cómo hay gente a la que le puede gustar esa odiosa bebida.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Humo

A veces regresaba a casa de madrugada, después de dejar a los amigos, y a pesar de que seguramente había sobrecargado ya mis pulmones con un paquete completo, todavía me concedía un último cigarrillo antes de abrir la cama: un cigarrillo final, un cigarrillo que sirviera de epílogo en la intimidad de mi habitación, la misma en la que había iniciado el día y donde, como respetando una liturgia severa, iba a concluirlo. Sentado en la mesa en que escribía poemas, o tumbado sobre la colcha, yo aproximaba el encendedor a ese cilindro último de papel, y a continuación veía elevarse una columna de humo pálido, del mismo color de los fantasmas de las novelas, mientras una vieja tibieza que era como un murmullo y un hogar me recubría el paladar, despacio. Durante los minutos que duraba ese cigarrillo mágico, contemplaba el tránsito del humo hacia el techo, el modo en que se rizaba componiendo ondas y festones, cómo se expandía luego por todo el cuarto disolviéndose en el aire que me servía para respirar. Ese proceso por el que el humo abandona el tabaco quemado y se convierte en un halo, leí después en algún libro, es el mismo que ayuda a formar las nubes, las masas abotargadas y blancas que navegan en las alturas: se llama flujo laminar. Ahora me doy cuenta de que no resulta gratuito que el humo del cigarro y las nubes compartan origen, de que ambos pertenezcan a la misma familia: porque tanto uno como otras son hipnóticos, sirven para consolar y domesticar el tiempo, y nos ensimisman y nos hacen perdernos y volar hacia otros cielos. Muchas veces me he sorprendido observando las nubes como un bobo, preguntándome a dónde conducen, deseando acompañarlas en su vuelo a través de la atmósfera hacia el rincón opuesto de las cosas; igual que miraba el humo de un cigarrillo y deseaba ser de seda y viento para filtrarme en habitaciones prohibidas y el pecho de las muchachas sin ser advertido, sin cerraduras.

Leo en el periódico que los gobiernos de las autonomías, incluida Andalucía, se han reunido en Santiago de Compostela para estrechar aún más el cerco que se ha trazado alrededor del tabaco y llegar incluso, dicen, a ilegalizar su cultivo y su venta. No sé, yo siempre sospeché que la mera salud de un prójimo que por demás nunca ha merecido excesivos desvelos por parte de los políticos no disculpa este paroxismo de persecución y acoso: hay quien llega a identificar el tabaco con la heroína y a quien fuma en un sitio público con Jack el Destripador, lo que seguramente consuela a todos los destripadores del mundo. Yo creo que el tabaco es antipático porque en este presente nuestro de computadoras, metrosexualidad y primeros puestos la pereza es antipática, la derrota es obscena y el enfermo un apestado. Fumar, fumar en serio, detenerse a paladear el sabor de la combustión, contemplar cómo el humo dibuja ofidios y lombrices en el aire, callar y fumar sin inmiscuirse en las decisiones ni los actos de nadie, equivale a reivindicar la segunda fila, la neutralidad, el aparte, la desidia: figuras todas que la moral odia, en estos días en que hay que declararse blanco o negro, participar en manifestaciones ruidosas y condenar enérgicamente al enemigo del día. Cuesta creer en la maldad del humo: después de todo, junto al polvo y la ceniza, es el futuro que nos espera a todos.


(Humo, Luis Manuel Ruiz, El País, 23 de diciembre de 2004. A mi amigo Diego Jemio, que me lo pasó por mail, le supo dar bronca lo bien escrito que está)

lunes, 17 de marzo de 2008

La semana de las fotos

Vi el catálogo y la verdad es que las fotos están muy buenas. Algunas son geniales. A las 19, en el Centro Cultural Eugenio Flavio Virla (Tucumán), comenzará la Muestra Anual de Fotoperiodismo Argentino, que organiza la Asociacion de Reporteros Graficos de la Republica Argentina (Argra), el grupo de fotoperiodistas Ojos Testigos y la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Entre las actividades de la exposición (termina el jueves) figuran mesas paneles y proyecciones, como la del lunes 24, en blanco y negro, de fotos históricas tomadas entre el Cordobazo y el Juicio a las Juntas Militares. Prometo subir algunas instantáneas de la muestra a El Corcho.

sábado, 8 de marzo de 2008

La incansable lucha contra la trata de personas

La agencia Noticias Argentinas me encargó un informe sobre el caso Marita Verón y su correlato en "Vidas robadas", una telenovela que ya se emite por Telefé. Soledad Silveyra encarnará la historia de una madre consternada por la desaparición de su hija, similar a la de Susana Trimarco, que da su testimonio en esta nota. A Susana Trimarco le robaron la vida. Era una trabajadora de clase media que convivía con su marido en una modesta y cálida vivienda ubicada en las afueras de esta ciudad. Nada le faltaba, ni el dinero ni los afectos. Sin embargo, a las 9.30 de la mañana del 3 de abril de 2002 su hija, María de los Angeles Verón, con sólo 23 años, desapareció. Con el correr de los días y después de mucho tiempo, se supo que la joven había sido secuestrada por una banda que la vendió por 2.500 pesos a un prostíbulo de La Rioja con el fin de someterla a la prostitución. Hoy es una de las más de 400 mujeres desaparecidas en democracia, cautivas en las espurias redes de la noche. La búsqueda de su hija hizo que Susana emprendiera una odisea que después se convertiría en la causa de la nueva vida que construyó con esfuerzo: la lucha contra el tráfico de personas. Este flagelo es, precisamente, el eje temático de “Vidas Robadas” la nueva novela de Telefé, que se apoya en el caso de “Marita” y en los de muchas otras jóvenes y adolescentes. Para leerlo entero clickeá aquí.

domingo, 2 de marzo de 2008

Sin stock

El primer número de Crítica de la Argentina se vendió como pan caliente en San Miguel de Tucumán. Yo no lo conseguí. Ahora estoy descargando el PDF. No es lo mismo que sentarte a tomar un café con el diario de papel, pero algo es algo. Los kiosqueros de la plaza Independencia me dijeron que sólo se habían distribuido entre cinco y 10 ejemplares por cada revistería. Jorge Lanata puede sentirse satisfecho.